Jose G. Vargas-Hernandez [*]

Escapadas de la realidad.

Comala es una villa que existe en el Estado de Colima, México. Parece ser una localidad de ficción, como por ejemplo la villa de Macondo, la cual puede encontrarse en cualquier parte de Colombia o Sur América. Ambas localidades son clichés en la literatura contemporánea latinoamericana. Los temas de estas dos famosas novelas, a pesar de que en parte son ficción y en parte realidad, se refieren a las formas de vida colectiva de las comunidades, visión y sueños de aquéllos que han poblado estas tierras.

Comala fue el cacicazgo de un vicioso y corrupto dictador rural, Pedro Páramo, quien retuvo tremendo poder como un caudillo regional durante los tiempos de la revolución mexicana. Dyson (1987) considera que la personalidad y la historia de Pedro Páramo se revelan a través de visiones y cuchicheos de los fantasmas del pueblo, aún con miedo de levantar sus voces a pesar de que han estado muertos hace mucho tiempo. Comala vive y muere en el rencor no mitigado de Pedro Páramo, su infernal persistencia convergente en una narración fragmentaria de rápidas vueltas y entrecortes de sus voces que van, de historia a la eternidad, de la vida a la muerte.

Cien años de soledad es la historia de un patriarca ficcional Jose Arcadio. La historia se revuelve alrededor de Arcadio guiando a su familia, los Buendías, a la villa de Macondo, la tierra prometida (la cual nadie ha prometido), lejos de la civilización. La historia de Macondo es revelada usando tanto la ficción como la realidad, a través de la historia del Coronel Buendía, en el cual él recuerda el día cuando su padre le mostró un pedazo de hielo por primera vez en su vida y le hizo creer que estaba tocando un diamante. Sobre la duración de un siglo, cuando la villa se desarrolló, llegó a convertirse en el tenso centro en el cual las confrontaciones políticas y sociales se anudaron y enredaron hasta que algún catalista causó su separación violenta (Dyson, 1987). Esta novela ficcional da significado no solamente a la realidad de la vida social, política, económica y cultural de las naciones latinoamericanas durante el siglo pasado, sino que también nos deja con la impresión de que Latinoamérica está atrasada y todavía está cien años atrás de la prosperidad.

Ambos trabajos literarios tocan tópicos cruciales del desarrollo Latino americano en la búsqueda de más apropiadas identidades, abandono del retraso de las comunidades y la eliminación de fuerzas las cuales restringen el logro de mejores estándares de vida económica, social, política y cultural. Sin embargo, la pregunta permanece en cuanto a qué tanta fantasía, ficción o realidad tienen estos clásicos de la literatura contemporánea latinoamericana? Una cosa que por cierto conocemos es que a pesar de que las dos novelas pueden estar basadas en situaciones reales, los eventos han sido exagerados por las creaciones imaginativas de Juan Rulfo y del Colombiano Gabriel García Márquez. Ambos autores han contribuido a la creación de mitos y estereotipos de la gente latino americana y su tierra, tal como otros grandes trabajos artísticos similarmente lo han hecho. Podemos argumentar también que conocer al real latinoamericano significa invadir la intimidad de su carácter de sus pensamientos comunes, visiones y sueños que han forjado nuestro destino. En el desarrollo de esta revisión de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de nuestras naciones a través del análisis de las narrativas literarias, uno espera incrementar la conciencia y exponer los obstáculos que conducen a un mayor desarrollo sostenible y a reconciliar nuestros antecedentes de la gente de la nueva Latinoamérica.

Algunos mitos y estereotipos de Latinoamérica los cuales bloquean el camino hacia el desarrollo.

El primer estereotipo a rechazar es el etiquetado de una diversa área geográfica como simplemente “Latino América” para referirse a todas las personas y naciones localizadas en América Central y Sudamérica, sin mencionar las localizadas en el Caribe con el mismo término es incorrecto. El término “latino” puede ser solamente aplicado muy liberalmente a la región y con mucho cuidado. De tal forma que si por “Latino” queremos significar solamente las naciones actuales que han recibido la herencia Ibérica como resultado de haber sido conquistados y colonizados por España y Portugal por un periodo de tiempo que duró más de trescientos años, por lo tanto excluimos aquéllos que fueron dominados por los británicos, franceses, holandeses y norteamericanos (principalmente de Estados Unidos).

Antes de la conquista de este territorio por los europeos, las tierras estaban ocupadas por diferentes grupos indígenas que variaron en sus herencias culturales, que comprendían desde tribus primitivas hasta más sofisticadas y mejor desarrolladas civilizaciones.

Cuando se considera la Mesoamérica, Sudamérica y el Caribe como una unidad, deberíamos estar conscientes de las diversas formaciones económicas, sociales, políticas y culturales de las regiones. Los medios ambientes geográficos y físicos también varían ampliamente en la región.

Un reporte de la Fundación Canadiense para las Américas, (FOCAL, 1995) reconoce esta diversidad estableciendo que “Más allá de los datos demográficos, económicos y sociales, la cultura probablemente contradice más fuertemente la idea de que Latinoamérica y el Caribe son homogéneos sobre la división colonial de la región en áreas española, portuguesa, británica y francesa, se encuentra un mosaico sobrecargado de la cultura europea así como de las culturas nativa americana, africana y asiática, en varias combinaciones. México, Guatemala, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay están fuertemente influenciadas por la cultura indígena de su gente, a pesar de que ésta última está usualmente marginada social, económica y políticamente. La herencia africana tiene una influencia similar en Haiti, Brasil, Cuba, Jamaica, y las islas orientales del Caribe. Finalmente, la sociedad y la cultura de países tales como Guyana y Trinidad deben mucho a los muchos Indios del Este que emigraron ahí. A pesar de que este reporte descuida mencionar la influencia Holandesa en las anteriores colonias americanas, permanece una influencia importante que necesita ser “factoreada”, sólo para ver por qué y hasta que grado la región puede tener un futuro común. La religión es también diversa, a pesar de que la región es esencialmente dominada por el catolicismo, en Latino América, otras creencias se han desparramado, como por ejemplo las religiones africanas en Brasil, Haiti, y Cuba, y el protestantismo es dominante en las antiguas colonias británicas del Caribe.

Un buen ejemplo de la diversidad cultural dentro de Mesoamérica, Sudamérica e incluyendo el Caribe, son los idiomas que se hablan. Más que una tercera parte de la población habla español, los brasileños hablan portugués, y las poblaciones indígenas hablan sus propias lenguas indígenas. Más de 56 diferentes lenguas indígenas se hablan tan sólo en México. En las Indias Occidentales los idiomas oficiales son el Inglés, Francés, Holandés, Papamento y Criollo,

Otros investigadores como Bryan y Serbin (1996) también reconocen que las naciones caribeñas han sido tratadas por académicos y políticos, como los “sobrinos distantes”, mientras que ellos están junto con las naciones latinoamericanas “parte de la misma matriz”. Estos autores definen la región del Caribe en su forma más amplia para incluir dentro el caribe insular, los Estados litorales del Norte de América del Sur, América Central y la Costa Caribeña de México. Esta área comparte como características comunes la herencia anglosajona del Norte de Europa, y está habitada principalmente por gente que habla el inglés y el francés. Después de todo, representa un pequeño segmento si lo medimos por la extensión de su tierra, el tamaño de su población, y la cantidad de recursos y capacidades.

Todavía más por simple referencia a los territorios conquistados por España y Portugal como “Latino América” y su gente como “Latino americanos”, devalúa la fuerte herencia que recibimos de las culturas indígenas o amerindias dentro del mismo territorio. También es importante que esta etiqueta no toma en cuenta la importante participación de los descendientes africanos en la “hechura” de las naciones de las actuales América del Sur, Mesoamérica y el caribe. Tal como Doughty (1987) argumenta, la clasificación de “Latin” es poco más que una etiqueta conveniente que cobija a una región de 32 países independientes y 17 territorios dependientes de Francia, Gran Bretaña, Los Países Bajos, y Los Estados Unidos. Diferencias en la tierra, el clima, y recursos en sociedades pre-Colombinas, y en grados de influencia cultural por las administraciones coloniales europeas conducen a mayores variaciones políticas y económicas dentro de la América Latina.

Habiendo demostrado lo inapropiado de etiquetar toda la gente y las naciones localizadas en América Central, América del Sur y el caribe como “Latina”, se sigue que hay una necesidad de rechazar la aserción de que América Latina representa una cultura uniforme, con los mismos antecedentes, Español o Portugués (en el caso de Brasil), religión católica, la categoría racial de “mestizo” como el resultado de una mezcla entre Ibéricos y los Amerindios, y además otros elementos económicos, sociales y políticos los cuales pueden trazarse hacia atrás antes de la caída de Tenochtitlán en 1521 y Cuzco en 1936 bajo una conquista española motivada por Dios y el oro raro traicionado por esta falta de distinción. Pocos latinoamericanistas actualmente reconocen este hecho, mientras que la mayor parte de ellos tratan las naciones latinoamericanas como si solamente fueran un simple objeto de estudio que tiene características similares. Esto por supuesto, no es negar que estas naciones comparten unos antecedentes histricos comunes.

Desde el siglo quince en delante, Sur América, América central y el caribe ha atestiguado un brutal choque entre sus culturas indígenas, las europeas (Española, portuguesa, Inglesa, Francesa y Holandesa) las africanas. Esta región del mundo experimentó el más largo y el más continuo periodo de ocupación colonial. La destrucción de las más diversas culturas indígenas por los conquistadores europeos resultaron en el ascenso de la cultura criolla y la imposición de las lenguas, religiones, tradiciones, valores, etc. Estoy de acuerdo con West (1982) cuando afirma que la conquista europea de América Latina claramente afectó a las gentes nativas tanto físicamente como culturalmente, y a su vez, las culturas indígenas influenciaron a los europeos. Sin embargo, estoy en desacuerdo con este autor cuando contiende que en muchas partes de Latinoamérica los elementos de la gente y la cultura del viejo y nuevo mundo se fusionaron para formar una amalgama que caracteriza la escena humana en éstas áreas ahora. Diría que tal fusión ha provocado amalgamientos diversificados. En suma, el proceso de la conquista y asentamiento de América central, América del Sur y el Caribe por los poderes coloniales europeos de España, Portugal, Inglaterra, Francia y Los países Bajos, indujo fragmentación étnica, lingüística, social, económica, política y cultural, y por tanto, dio nacimiento a una de las más complejas y dinámicas expresiones de las formaciones societales y culturales.

Wiarda (1987), por ejemplo, contiende que “diversidad en la unidad” de los actuales sistemas políticos de América Latina, es el primer hecho que debemos entender. Por lo tanto, debemos reconocer que esta diversidad de América Central, América del Sur y el caribe está presente no solamente en las diferentes lenguas habladas pero también en una diversidad de religiones, heterogeneidad de grupos étnicos y raciales, expresiones multiculturales, el tamaño de los territorios nacionales y su población, etc., sin hablar de lo ya mencionado anteriormente, las diferencias económicas, sociales y políticas del desarrollo regional incluso dentro de un país y entre las diferentes naciones.

Diferentes percepciones de una realidad.

Los antecedentes diversos y multiraciales de los habitantes de la región, compuesta de tres principales corrientes, las gentes indígenas, los conquistadores europeos y los esclavos africanos, se han mezclado para crear nuevas formas, manifestaciones y expresiones de la vida diaria. A través de las edades, los habitantes y viajeros de esta entidad geográfica han percibido su diversidad de medios ambientes diferentemente y como tal han desarrollado imágenes e ideas peculiares, las cuales han estado reflejadas en la riqueza de su literatura, música, arte, pintura y asuntos diarios, tal y como Blouet y Blouet (1982) recuentan: El medio ambiente físico ha sido percibido, considerado, categorizado y tratado por latinoamericanos y caribeños a través de diferentes manifestaciones, tales como Dios, rezar, ilusión, e incluso como un obstáculo. Abajo se hace un sumario breve de las descripciones de estas categorizaciones de los medios ambientes físicos, tal como es descrito por los autores.

Los Aztecas en el Valle de México, los Mayas de las tierras bajas tropicales de Yucatán, y los Incas de los altiplanos del Perú, reverenciaron el medio ambiente y a través de su relación exitosa con él, lograron un status alto entre otros nativos americanos. Sus religiones fueron una especie de animismo, el cual consiste de una creencia de que los objetos en el medio ambiente tienen almas. Blouet y Blouet (1982) basado en el trabajo de Nelson (1977), quienes acertaron que la naturaleza es siempre considerada ser la fuente primaria de la contemplación temprana, y en América Central, el desarrollo cultural parece que fue más afectado por un punto de vista del mundo traído desde los tiempos de la caza. El destino (simbolizado por un zacate alto y delgado) parece ser el concepto central al pensamiento Maya. También el punto de vista cíclico de la existencia que formó una parte importante de la religión posterior probablemente tomó su dirección de la naturaleza, donde las estaciones vienen y van, y la vida sigue a la muerte. La naturaleza también sugiere una unidad, y la idea puede haber existido, también, que todos los elementos de la vida constituyen una parte intrincada de un todo. El escarabajo en la hoja y la nube que pasa son hermanos, en este sentido, partes de la misma absoluta identidad. Nelson concluye que esta vista es cercana a la idea panteísta de que el mundo es Dios y que los objetos en el medio ambiente tienen almas.

Para todos los conquistadores europeos la razón dominante para conquistar y establecerse estaba enraizada en la codicia- una oportunidad para llegar a ser rico pronto. El análisis de West nos da una tipología de los motivos de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. En la esfera española, West (1982) dice, fue la más larga, potencialmente la más rica, y la más diversa cultural y físicamente y fueron atraídos por metales preciosos y por tanto, tendieron a mirar tierra adentro hacia las áreas de los altiplanos con densa población aborigen y riqueza mineral. En contraste, agrega West, los portugueses en Brasil y los del Norte de Europa (Inglés, Francés, y Holandés en las Indias Occidentales y Guyanas) también buscaron oro y plata, pero la mayor parte de ellos se establecieron por una más prosaica persecución agrícola tal como azúcar, tabaco, o producción de índigo.

Los europeos conquistaron el Nuevo Mundo motivados por Dios y oro, con la cruz en el frente de la espada. Vieron estas tierras como prístinas y maduras para el saqueo y las tierras dieron cosechas para los europeos con pico y arado. Vinieron para rapar con una tecnología superior, la cual tuvo un impacto psicológico para vencer a los amerindios, cuyo modo de vida en algunos aspectos igualó o excedió aquéllos de la sociedad europea del siglo dieciséis (West, 1982). Por medio de la rapacidad, los conquistadores fueron exitosos, ricos y prestigiosos. Los ibéricos especialmente, motivados por la divulgación de las creencias católicas, tomaron a las mujeres indígenas que eran hermosas y también de “muy buen ver y proceder” y las preñaron. Esta fue además una estrategia inteligente para la consolidación colonia. Al menos, podemos argumentar que los Ibéricos se mezclaron con las gentes indígenas mientras que otros conquistadores no lo hicieron, dando paso a procesos profundos de discriminación racial.

El status económico y social alcanzado por los conquistadores fue la principal razón para incendiar el espíritu de la aventura, tal como Picon-Salas (1963), ha expresado que incluso aceptando la persecución del oro como el ideal, los españoles amaron la aventura de la conquista, más que su valor monetario. Desagradable para ellos fueron las empresas puramente comerciales, aunque de hecho, persiguieron actividades para lograr la eminencia, para convertirse en hombres nobles y para obtener influencia en asuntos de Estado. Estas fueron las razones de por qué perseguían en oro (Bouet y Blouet, 1982). Después de siglos y hasta ahora, el medio ambiente de América latina y el Caribe ha venido sufriendo el saqueo de depredadores motivados por la riqueza de abundantes recursos naturales, tal como el caso del área forestal del Amazonas, la más grande del mundo.

El Nuevo Mundo fue fascinante, apareciendo como un milagro, creando la ilusión de una imagen del Jardín del Edén no sólo a sus descubridores sino también para quienes llegaron posteriormente, como se confirma por las descripciones de Cristóbal Colón y por el geógrafo alemán Alejandro de Humboldt. Sauer (1969) escribe las impresiones de Colón en los siguientes términos: la belleza de las islas movió grandemente a Colón…las orillas del mar entrecortadas por el viento que encontró como lo mejor de la naturaleza tropical y que reveló en alabanza de su encanto y belleza. El perfume de los árboles y flores que olió fue llevado a los barcos en el mar. Las islas fueron tierras de primavera perpetua. Los pájaros de muchas formas y colores cantaron dulcemente en un vasto jardín de naturaleza inocente, habitada por muy gentiles y muy cordiales nativos.

En otro recuento de Bernal Díaz del Castillo, un soldado de Hernán Cortés, describe lo que vieron los conquistadores españoles del imperio Azteca, a su arribo a Tenochtitlán en el Valle de México, cuando entraron por primera vez en 1519. Estábamos asombrados, describe…eran como los encantos que dicen de la leyenda de Amadis, un recuento de las grandes torres y templos y edificios levantándose sobre el agua y todos construidos con piedras. Y algunos de nuestros soldados incluso se preguntaban si las cosas que veían eran un sueño o no…no sé como describirlo, ver cosas como las vimos que nunca habíamos oído o visto jamás, ni tampoco soñado. Algunos…entre nosotros habían estado en muchas partes del mundo, en Constantinopla, en todo Italia, y en Roma, dijeron que un mercado tan grande y tan lleno de gente y tan bien regulado y arreglado, como nunca lo habían tenido antes (Díaz del Castillo, 1956).

Las impresiones de Humboldt y el impacto que éstas tuvieron, fueron bien capturadas por Blouet y Blouet (1982): el viajero, escritor y geógrafo Alejandro von Humboldt (1769-1859) encontró difícil describir los lugares que vio como visitante de México y Sur América durante su expedición de 1799-1804, de tal forma que él alentó a los artistas a viajar a América Latina para pintar y para dibujar las escenografías de la región y para exponer sus pinturas a los europeos. Johan Moritz Rugendas, el más famoso de los artistas que Humboldt persuadió para que viniera al Nuevo Mundo, vio el continente en términos románticos. Fue entrenado en el arte reporteril y fue atraído por escenas ilustrando conflictos entre la naturaleza y la gente. Sus pinturas son poderosos relatos de las relaciones del medio ambiente, ilustraciones coloreadas por la excitación de lo no familiar y la tensión del conflicto.

Pero hay otro lado de la moneda. Mientras que algunos científicos claman que el medio ambiente físico determina el desarrollo, otros lo rechazan sobre la base de que no existe tal determinismo. Los habitantes pueden adaptarse a su medio ambiente, encarar los retos que se les presentan y solucionar los problemas que se les presenten. Por tanto, el medio ambiente físico del Nuevo Mundo ha representado una lucha continua para resolver los obstáculos y sus dificultades.

De hecho, todas estas diferencias pueden ser consideradas como variables contextuales que contribuyen a la formación caótica de patrones de conducta social, política y económica, las cuales a su vez, se agregan a la formación de un medio ambiente de complejidad que rodea a las relaciones latinoamericanas – caribeñas. Tal como Bryan y Serbin (1996) reconocen que éstas relaciones han estado marcadas por la impresión de los legados coloniales reflejados en las actuales barreras lingüísticas, étnicas y culturales; la persistencia de las disputas de fronteras, y las evidentes diferencias económicas en tamaño, estados de desarrollo y potencial económico. Este complejo conjunto de factores ha contribuido al desarrollo de percepciones negativas fuertemente enraizadas y estereotipos de todos lados, los cuales han influenciado no solamente las actitudes populares sino también las relaciones formales entre gobiernos y estados del Caribe que habla Inglés y de Latinoamérica.

La historia latinoamericana también ha demostrado que este argumento es aplicable a los diferentes procesos de interacción y cooperación entre los gobiernos Latino Americanos en varias situaciones específicas, como por ejemplo, la reciente guerra entre Perú y Ecuador con la excusa dada de un viejo problema de disputas de frontera, el fracaso de al menos cuatro de los esfuerzos integradores y acuerdos comerciales multilaterales entre los países Latinoamericanos, o la falta de apoyo y solidaridad cuando en varias ocasiones Cuba o Nicaragua han sido aisladas y atacadas por los Estados Unidos, etc.

En búsqueda de la identidad.

Escondidos entre todos estos factores pero sin embargo, relacionados a los arriba mencionados estereotipos y mitos, descansa una realidad fundamental traicionada por la etiqueta de “Latino América”. Esta realidad es la falta de identidad común entre las naciones mesoamericanas, sudamericanas y caribeñas. Los estudiantes de esta realidad encuentran difícil conceptualizar y definir lo que sería una identidad cultural común “latina”. Deutchier (1989) encontró que el concepto común de identidad entre las sociedades latinoamericanas es uno de un sentimiento de soledad, la mezcla racial y la dependencia cultural. Cien años de soledad que describe la vida de Macondo es un buen ejemplo, entre otros, de cómo los latinoamericanos comparten un sentimiento de soledad. El famoso ensayo “El laberinto de la soledad” escrito por Octavio Paz, por ejemplo, nos da un acercamiento histórico de este sentimiento de soledad que los mexicanos experimentan.

Este sentimiento de soledad, de ser huérfano, que parece ser la mejor manera de manifestar un rechazo abstracto a la herencia colonial, surgió de los conflictos de un proceso brutal de colonización el cual duró más de tres siglos y los cuales llegaron a ser incluso más fuertes inmediatamente después de las batallas por la independencia de los poderes de Europa. La otra herencia, la indígena, ya se había devaluado al más bajo grado de denigración, dejándonos en el status de ser los hijos de nadie. Ambas herencias, la española y la indígena son todavía fuertes ahora, después de más de 500 años, entendiendo de que es necesario hacer sentido de los eventos más corrientes. Estas herencias dieron vida a las raíces de la crisis socio-psicológica de identidad. Sin embargo, la búsqueda de una nueva identidad “latina” se convierte en el nuevo proyecto de las naciones en formación. Algunos de estos proyectos fueron completamente utópicos con proposiciones radicales e idealistas las cuales fueron obviamente inviables y por tanto imposibles para lograrse no solamente en ese tiempo, los primeros veinticinco años del siglo pasado, sino todavía ahora. Varios ensayos se escribieron entonces, entre los cuales mencionaremos “las pedagogías utópicas” y “La utopía americana”.

Un nuevo concepto de “Latino” basado en las fortalezas de nuestra propia cultura, la cual encontró su máxima expresión en el famoso ensayo “Ariel” escrito por Enrique Rodó, el cual se desarrolló como un modelo antagónico, el llamado “Arielismo”, el cual sirvió para oponerse al ya hegemónico proyecto del “Coloso del Norte”. Rodó urgió a la juventud latinoamericana para rechazar el materialismo de los Estados Unidos y para colgarse a los valores intelectuales de su herencia española (Black, 1984). Tal y como Deutschier (1989) explica, Ariel es la figura trágica-homérica que conoce y vive las posibilidades y debilidades de la “latinidad” contra el poder anglosajón de los Estados Unidos. Rodó escribió que la vida en Norte América es un círculo vicioso para perseguir el bienestar cuyo objetivo no es encontrarlo en sí mismo.

El conocimiento de esta “Latinidad” implica un sentido de resistencia moral contra el mundo material Norteamericano. Otros buenos ejemplos son los escritos de José Martí quien refiriéndose a los Estados Unidos escribió en 1895: He vivido dentro del monstruo y conozco sus entrañas y mi arma es solamente la sonda de David. En su bien conocido ensayo “Nuestra América”, dijo que nosotros (Latino americanos) somos muñecos de trapo, con pantalón inglés, suéter de París, chaqueta de los Estados Unidos y sombrero de España. Mas recientemente, el mexicano Octavio Paz, quien quizás mejor describe esta relación de odio – amor entre los latinoamericanos y los norteamericanos, cuando dice que los norteamericanos siempre están entre nosotros, incluso cuando nos ignoran, volteando su espalda de nosotros. Su sombra cubre el hemisferio completo. Es la sombra de un gigante. Y la idea que tenemos de este gigante es la misma que puede encontrarse en los cuentos de hadas y leyendas; un gran tipo de disposición amable, un poco simple, un inocente que ignora su propia fuerza y a quien podemos hacer tonto la mayor parte del tiempo, pero cuyo aliento nos puede destruir (Rangel, 1981). Por tanto, bajo este modelo de búsqueda por una identidad aparece que el concepto de “latinidad” es para definir la esencia propia del Latinoamericano.

Bajo los lemas de “ser los Estados Unidos de Sur América” y “déjanos ser los Yankees del Sur”, un nuevo ideal y una proposición estereotipada de la realidad surge basada en un acercamiento cultural e influenciado por los científicos y pensadores positivistas europeos. Más tarde, el concepto de raza llega a ser importante para establecer la relación entre nuestro origen étnico y nuestro destino. Los trabajos como “La raza cósmica” de Vasconcelos en México da un nuevo significado a la mezcla racial entre las herencias indígena y la española y la fusión espiritual de las diferentes culturas. Otro notable trabajo literario incluyó “El hombre nuevo” en el que escribe José Martí, en mi opinión, en un desplante más radical y una exageración de que en Latinoamérica no hay odio racial porque no hay razas del todo.

Finalmente, hay un modelo de identidad que usa fuertes figuras de nacionalismo apoyado por la influencia de un aparato ideológico, basado principalmente en una mezcla del positivismo Francés, del liberalismo Norteamericano y en algunos países como en México y Perú, de un pensamiento Marxista-Leninista. Pero hablando en términos generales, estas especies de movimientos nacionalistas son opuestos tanto al concepto de “latinidad” como al propósito de una identidad continental. Por ejemplo, estos sentimientos fuertes de nacionalismo en México, se encuentra en el movimiento social de la revolución Mexicana, los que se expresaron a través de diferentes manifestaciones en el arte, cultura, ideología, educación, asuntos indígenas, turismo, agricultura, deportes, etc., y penetró en todas las formas de la vida y decisiones políticas y públicas. Por tanto, en acuerdo con Deutschier, la Revolución Mexicana postuló a través de su propia cultura política, la conciencia propia acerca del significado de ser mexicano. La reforma universitaria de Córdoba, en Argentina, por ejemplo, es otro buen ejemplo del uso de esta consciencia particular.

Algunas formas de nacionalismo son mecanismos psico-social para la protección contra la influencia de culturas foráneas, especialmente contra la cultura norteamericana, tal como fue el caso del fuerte nacionalismo representado en la ideología de la Revolución Mexicana llamado “Nacionalismo revolucionario”. La pérdida de la identidad cultural llega a ser evidente cuando un mexicano está en conflicto debido a un conjunto diferente de valores. Como en el caso mencionado por Deutschier cuando los fundamentos de la “identidad nacional” se establecen conectando a conjuntos de valores culturales importados, especialmente de Norte América como lazos que proveen atractivos bienes materiales para la satisfacción propia pero al mismo tiempo causan sufrimiento con respecto a la conciencia particular: la pérdida de la cultura parece evidente cuando uno entra en contacto con un MacDonals o un Burguer Boy, porque uno tiene el deseo de permanecer latinoamericano. Simultáneamente, dentro de esta contradicción hay otro desarrollo evidente: la resignación es sin duda una expresión de la propia conciencia acerca de los problemas económicos y sociales del continente entero.

No es una tarea fácil para las gentes latinoamericanas y caribeñas evitar la tan llamada influencia de la “Coca-Cola-ización” de la cultura de Norte América que está penetrando en todas las culturas locales. Las diferencias entre Norte América y Latino América, dos regiones diferentes con diferentes poblaciones, son enormes, cubriendo todos los aspectos de la vida humana tal y como Harrison (1985) remarca señalando que Norte América y Latino América tienen diferentes conceptos del individuo, la sociedad y las relaciones entre los dos: de justicia y leyes, de la vida y la muerte, de gobierno, de familia , de relaciones entre los sexos, de organización, del tiempo, de la empresa, de religión, de moralidad. Estas diferencias han contribuido a la evolución de las sociedades las cuales son más diferentes una de otra que nuestros pasados formuladores de políticas parecen haber apreciado.

En este punto, de hecho debemos utilizar el argumento de que hay diferencias fuertes entre estas naciones mesoamericanas, sudamericanas y caribeñas, las cuales en términos generales y desde la perspectiva histórica, se encuentran todavía en un estado de desarrollo que requiere más maduración cuando se comparan con las naciones norteamericanas y europeas. Con respecto a este punto, Bryan (1996) establece que mientras los grandes países latinoamericanos han sido capaces de definir sus características nacionales y regionales más precisamente, empezando en los principios del siglo diecinueve, los países del Caribe donde se habla el Inglés han tenido una larga asociación con Europa y sólo una más reciente experiencia con la soberanía política, la identidad nacional, y un esfuerzo de integración regional.

Otro mito de Latino América es el llamado mito de los recursos naturales, cuyas raíces se encuentran desde la era del conquistador. Su principal motivación fue llegar a ser ricos en un corto período de tiempo y el Nuevo Mundo le ofreció la oportunidad de encontrar oro y plata más fácilmente que a Dios. Una manera fácil de obtener estos recursos fue confiscando y tomando el oro y la plata ya poseída por la gente aborigen o mediante el intercambio de espejuelos de valor insignificante. Este hecho histórico, argumentan quienes sostienen este mito, tuvo significancia para el desarrollo de Latinoamérica, tal y como ha sido escrito en un reciente artículo de The Economist (1997) titulado “Retraso en Latinoamérica retado culturalmente”. El argumento principalmente establece que la explotación de materias primas desestimuló la formación de capital doméstico, retardó el desarrollo de una clase media e hizo a Latinoamérica peculiarmente vulnerable a los cambios en la economía mundial.

La región entera comprendida por Meso América, Sudamérica y el Caribe ha estado categorizada como subdesarrollada y perteneciente al tercer mundo. La búsqueda por las raíces ha sido dirigida, de acuerdo con Black (1984) a tres principales causas:

1.- A los Ibéricos- los conquistadores y las instituciones, actitudes, y rasgos culturales que trajeron consigo al Nuevo Mundo. En este enfoque histórico y cultural, ha habido académicos e investigadores señalan fechas anteriores, como a “la leyenda negra” del gobierno español, y encuentran al catolicismo como el único responsable por los males económicos y los fracasos de la democracia de las naciones latinoamericanas, las cuales fueron sus colonias. Por ejemplo, Macaulay´s, citado por Martz (1996/97), clama que el catolicismo ha llegado a estar simbólicamente asociado con los arreglos sociales y políticos que, a pesar de otras consideraciones, han sostenido y repetido catastróficos fracasos económicos y están ahora ampliamente relacionados como mímicos al avance del capitalismo industrial y la modernidad. Los mayores obstáculos para una Latinoamérica más democrática y desarrollada es la herencia ibérica del catolicismo, corporativismo y autoritarianismo.

Este tipo de pensamiento prejuicioso es muy común, sin mencionar que es muy simplista, desde mi personal punto de vista. Un buen ejemplo es la respuesta reportada en una entrevista que condujo The economist (1997) en la cual el que dio la respuesta clamó que “Para Latino América…es diferente. Su fracaso crónico para asegurar una prosperidad duradera o una democracia estable se debe a una cultura “Ibero-católica”. Y la cultura, su argumento corre, es importante. Por supuesto, otros académicos explícitamente rechazan la insistencia en culpar a la fe católica. El mismo artículo evalúa la validez de este clamor estableciendo que la cultura importa, por supuesto. Pero clamar que es la mejor explicación para el desempeño económico de Latinoamérica lo hace verse como una versión declinante de la teoría de la dependencia de los sesenta. Esta teoría culpó a los problemas de la región a la explotación económica externa. Los culturalistas igualmente cometen el mismo error de caer en una sola causa para explicar las fallas de la región con la única diferencia de la anterior, de que esta causa se localiza dentro.

2).- Otros encuentran a los propios Latinoamericanos ser los responsables de sus propios males, usando argumentos tales como la codicia de las elites locales, la ausencia del espíritu emprendedor en las clases medias, e incluso la pasividad y la negligencia de las masas. La teoría de la modernización, también llamada teoría del desarrollo, se basa en una perspectiva etnocéntrica que supone el proceso de modernización, descrito por Black como la ingestión de los rasgos actitudinales occidentales del racionalismo, el instrumentalismo, la orientación al logro y demás.

Por tanto, bajo esta teoría, el subdesarrollo de Latinoamérica y el caribe es una función de la infusión de capital y la adquisición de habilidades de negocios (Black, 1984, p.5).

Diferencias en las percepciones sobre la realidad Latinoamericana y del caribe ha contribuido a la creación de estereotipos y prejuicios. La mayor parte de estas falsas concepciones en realidad tienen sus raíces en la perspectiva occidental (Western) la cual arrogantemente atribuye el retraso a la falta de rasgos actitudinales occidentalizados en las gentes de Latinoamérica y el Caribe.

Un buen ejemplo es el análisis honesto de un “interno”. Kryzanek (1996) ha capturado algunas de estas prejuiciadas percepciones occidentalizadas en el siguiente recuento. Desde la perspectiva de los estados Unidos, los Latinoamericanos han sido el tipo de vecino con que se asocian solamente por necesidad y con frecuencia solamente a fin de mantener la apariencia de relaciones cordiales. Su contacto con los Latinoamericanos ha estado marcado frecuentemente por la arrogancia y la condescendencia. Sólo el hecho de que se hacen llamar “Americanos” sugiere que son los representantes del Americanismo. Los Latinoamericanos, sensando la arrogancia de este título, prefieren decirles “Norteamericanos” como un recuerdo que los residentes de los Estados Unidos no son los únicos Americanos. Desde esta perspectiva, se concluye que la arrogancia que subrayan los contactos de Estados Unidos con Latinoamérica ha llevado a la formación de un número de estereotipos. Con frecuencia se escucha describir a los Latinoamericanos como “cabezas-calientes” o como gentes de “sangre caliente” que pospone el trabajo hasta mañana y están siempre enganchados en algún tipo de hostilidad. No parecen tener los Norteamericanos voluntad para conocer a los Latinoamericanos en sus propios términos y reconocer las cualidades positivas de su sociedad. En vez de ello, con frecuencia han desarrollado imágenes de sus vecinos que alientan malas voluntades y perpetúan un punto de vista negativo.

3.- Al imperialismo y al sistema capitalista promovido por el “Coloso del Norte”. Un cuerpo de la teoría del desarrollo, conocida como la teoría de la dependencia asume que el subdesarrollo de Latinoamérica es el resultado de prácticas del sistema capitalista internacional. La teoría de la dependencia enfoca de abajo hacia arriba los mismos fenómenos económicos, sociales y políticos que la teoría marxista lo hace de arriba hacia abajo. Black (1984) refiere la anécdota que una vez el actual Presidente de Brasil y anteriormente científico político Fernando Henrique Cardoso respondió a la pregunta: qué es la dependencia? Diciendo que es lo que se llama imperialismo si Usted no quiere perder su apoyo de la Fundación Ford.

Panamericanismo como la caída de un mito.

Para entender el Panamericanismo es necesario entender también el mito del etnocentrismo en el cual las Américas se fundamentan. El término Panamericanismo tiene diferentes significados y se usa para explicar diferentes situaciones. Para algunos, implica un sistema de asociación y cooperación dentro del hemisferio occidental, mientras que para otros el Panamericanismo es un medio de hegemonía y explotación (Gilderhus, 1980).

Inmediatamente después de la independencia de España de la mayor parte de los países latinoamericanos, Estados Unidos estaba ansioso por reconocer los nuevos gobiernos. En el Congreso de Estados Unidos, Henry Clay dijo que las naciones de Latinoamérica estarían animadas por un sentimiento americano y guiados por una política americana. Dijo además que “Estos obedecerían las leyes del sistema del Nuevo Mundo, del cual serían una parte en contra distinción de aquélla de Europa…en el momento presente los patriotas del Sur están peleando por libertad e independencia por la que precisamente peleamos” (Colton, 1904). Estados Unidos llega a ser el primer país que formalmente reconoce a los nuevos independientes países latinoamericanos.

Los primeros antecedentes de la idea de Panamericanismo emergió en 1823 con la Doctrina Monroe en estados Unidos, a pesar de que la primera semilla puede encontrarse antes en los ideales del libertador sudamericano Simón Bolívar. Puedo argumentar, sin embargo que estos dos antecedentes del Panamericanismo tiene diferentes intensiones y propósitos.

La doctrina Monroe anunciada en Diciembre 2 de 1823 fue una respuesta a las amenazas de la Santa Alianza, formada por las monarquías europeas, la cual propuso aplastar a los nuevos estados latinoamericanos establecidos, de acuerdo con Kryzanek (1996). En su famoso discurso, el Presidente Monroe separó al Nuevo Mundo del viejo, alertando contra cualquier nueva incursión colonial y dando la noticia de que cualquier amenaza a estas nuevas repúblicas serían vistas como una amenaza a los Estados Unidos. En el orden conceptual, la Doctrina Monroe implicó la ideología hegemónica de los Estados Unidos para justificar a través de su política exterior hacia las naciones latinoamericanas cualquier clase de intervencionismo y expansionismo. Desde un lógico punto de vista histórico la doctrina se apoyó en el llamado “destino manifiesto” de los Estados Unidos (Hernández Martínez, 1989). El Destino Manifiesto es el privilegio que Estados Unidos ha recibido de Dios para guiar y gobernar el destino del mundo. La Doctrina Monroe es la piedra angular de la idea de Panamericanismo, el cual se convirtió en un tema cuando varios defensores y partisanos de los estados Unidos afirmaron la existencia de un cuerpo común de interés y aspiración con le gente de Latinoamérica (Gilderhus, 1980).

La otra raíz del Panamericanismo surgió de las luchas por la independencia de las naciones Latinoamericanas de las monarquías europeas, y fue iniciada con el pensamiento del libertador Simón Bolívar, porque este movimiento ideológico estaba más preocupado por la formación de una unión de las naciones recientemente independizadas de la Corona Española y estaba más restringida a solamente los países latinoamericanos. La realidad probó que las anteriores colonias españolas tenían varios elementos en común pero también tenían diferentes discrepancias. Por lo tanto, el “sueño bolivariano”, tal como a sido llamado, fue una utopía.

Las buenas intensiones de la Doctrina Monroe para proteger a las nuevas naciones independientes de las amenazas europeas pronto se probó. La guerra México-Estados Unidos y la anexión de más de la mitad del territorio mexicano a los Estados Unidos mostró que este país tiene otros intereses más importantes que la protección de Latinoamérica. Kryzanek (1996) evalúa estos eventos en los siguientes términos: Las acciones de los estados Unidos durante los episodios de Texas y la guerra de México reveló a los Latinoamericanos que la amenaza al hemisferio y a su integridad nacional no puede venir de Europa sino de su vecino norteño.

Otro buen ejemplo de una comprometida aplicación y buenas intensiones de la Doctrina Monroe fueron: primero, la maniobra de los Estados Unidos para tener control sobre el Itsmo de Panamá; segundo, la negociación de un tratado con Nueva Granada para eliminar a los británicos de esta área; tercero, alcanzar un acuerdo diplomático con el Imperio Británico y cuarto, la construcción del Canal de Panamá y el control de la zona.

Durante el movimiento español para volver a anexarse la República Dominicana en 1861 en medio de la Guerra Civil de los Estados Unidos, la inacción del Presidente Lincoln fue el fracaso de la Doctrina Monroe. Sin embargo, la intervención francesa en México de 1861 a 1864 fue vista por Lincoln como una amenaza seria a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Puedo argumentar que el retiro de los españoles y los franceses tuvieron una oposición local fuerte y no estoy de acuerdo con el argumento de Kryzanek de que existe alguna evidencia que los españoles y franceses tenían conocimiento de la doctrina y temerosos de una acción posible de los Estados Unidos. Después de la Guerra Civil, los Estados Unidos se orientaron hacia el Caribe para su expansión hemisférica: compraron las Islas Virgen y firmaron un tratado de anexión con la República Dominicana.

En 1889-90 se efectuó la primera Conferencia Internacional Americana en Washington con la asistencia de representantes de diecisiete países latinoaméricanos quienes habían demostrado que la idea del hemisferio occidental tuvo diferentes preocupaciones y convicciones para Estados Unidos y para los países latinoamericanos, tal y como James G. Blaine, Secretario de Estado descubrió posteriormente. Kryzanek (1996) sumariza este evento como sigue: Blaine celosamente urgió a los delegados a pensar en términos de cooperación internacional, particularmente en los temas de reducción de barreras y desarrollo de métodos para resolución de disputas, pero fue incapaz de convencerlos para ignorar sus intereses nacionales y moverlos hacia más cercanas conexiones hemisféricas. Lo que Blaine fue capaz de conseguir en su primer intento de cooperación interamericana fue la formación de una Unión Panamericana, una organización que serviría para promover relaciones cercanas a través del intercambio de información y de contactos crecientes. Puedo argumentar que el fracaso de Blaine se debió a los temores de los delegados latinoamericanos de que ligas y relaciones más cercanas con los Estados Unidos podrían resultar en sumisión. En las intensiones de esta conferencia uno puede ver el antecedente de la actual propuesta de un Acuerdo de Libre Comercio del Hemisferio Occidental.

Otro importante evento en el cual la Doctrina Monroe fue usada por los Estados Unidos para ganar influencia en el hemisferio, fue la intervención en la disputa de fronteras entre Venezuela y la Guyana Británica (1897), y la intervención de Cuba durante la Guerra Española-Americana (1898) la cual resultó en la independencia de Cuba y el establecimiento de un gobierno militar en Cuba, la compra de las islas Filipinas y la cesión de Puerto Rico y Guam. Bajo el Amendamiento Platt (1901), finalmente se convirtió en un protectorado de Estados Unidos.

En 1904, Roosevelt enunció su corolario, también bien conocido como la política del Gran Garrote, para asumir la responsabilidad de traer estabilidad política y orden financiero en el hemisferio y para legitimar la intervención de los Estados Unidos donde y cuando el crónico se proceda mal y la impotencia fueron considerados peligros de inestabilidad económica, política y social. Para el final del término de Roosvelt, los Estados Unidos habían intervenido en república Dominicana y Cuba y tenía un grupo de protectorados en el Caribe y en América Central. Una variación de esta política exterior fue la Diplomacia del Dólar del Presidente Taft y los involucramientos en los asuntos económicos de Haiti y Nicaragua.

Woodrow Wilson promovió tanto la política económica como política para la “integración regional” y esperaba por las relaciones dentro del hemisferio occidental y por la construcción de una comunidad de intereses alrededor de principios del internacionalismo capitalista liberal. Mientras buscaba oportunidades para comerciar y para invertir así como la seguridad de la región de las intrusiones europeas, también atentó proveer un sistema multilateral de poder policiaco internacional a través de la negociación de un tratado Panamericano (Gilderhus, 1980). Bajo esta política hacia Latimoamérica, los estados Unidos tuvieron intervenciones “civilizadas” en Haiti, la República Dominicana, Cuba, Nicaragua y México con la intención de levar a los desordenados a la membresía de la comunidad liberal – capitalista de naciones. La consecuencia fue que las naciones Latinoamericanas y del Caribe llegaron a ser políticamente y económicamente más dependientes de los Estados Unidos.

Roosvelt trajo la política del “Buen vecino” hacia Latinoamérica y el Caribe, asumiendo un nuevo espíritu de cooperación y de no intervención, alentado por los esfuerzos para romper las barreras comerciales. Principalmente los grandes logros de esta política fue la cooperación militar y económica durante el tiempo de la guerra, en defensa del hemisferio. Pero al ascenso del comunismo y la Guerra Fría Estados Unidos modificó su política hacia Latinoamérica y el caribe, para defender el hemisferio de la amenaza comunista. La fundación de la Organización de Estados Americanos en 1948 fue designada para enfatizar la acción colectiva y para cimentar una más profunda solidaridad hemisférica durante el creciente periodo de la Guerra Fría mientras que también se alienta la gobernabilidad democrática y la cooperación económica a través de relaciones cercanas entre Estados Unidos y Latinoamérica, tal y como sostiene Kryzanek (1996).

El desparramamiento de la influencia ideológica de la Unión Soviética en los países de Latinoamérica y el Caribe y la izquierdista Revolución Cubana durante los últimos años de los cincuenta y principios de los sesenta, fueron proveyendo las perspectivas para las nuevas alternativas de desarrollo económico diferente al defendido por los Estados Unidos, el modelo capitalista democrático. La Alianza para el Progreso fue la política foránea de Kennedy hacia Latinoamérica y el Caribe consistiendo en un programa de asistencia, ayuda foránea y compromisos de reforma democrática. Las buenas intensiones fueron cortadas por el fracaso y el enredo de la invasión de Bahía de Cochinos la cual empujó a Cuba a buscar ayuda militar y comercial con la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). La crisis cubana de los misiles y la Conferencia de Punta del Este fueron dos grandes eventos señalando el conflicto. En Punta del Este, Estados Unidos fue acusado de usar la Alianza como una nueva forma de “imperialismo económico”. Más tarde, las intervenciones de Estados Unidos en la república Dominicana en 1965, en Chile durante el régimen de Allende en 1973, el apoyo a los “contras” en Nicaragua bajo el gobierno Sandinista y en el Salvador, el apoyo de Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas (Falklands) en 1982, la invasión de Grenada en el otoño de 1983, el involucramiento en Haiti en 1987, la intervención en Panamá para remover al general Noriega en 1989, involucramiento en la guerra contra la droga en Colombia, los involucramientos económicos y diplomáticos en Guatemala, Perú y Venezuela, la ocupación de Haiti en 1994-95, etc., sólo para mencionar los más importantes eventos que son parte de la lista de intervenciones unilaterales del pasado en las naciones de Latinoamérica y el Caribe.

El colapso de la Unión Soviética marcó el fin de la Guerra Fría y por tanto, el fin de la amenaza comunista a los Estados Unidos. Una nueva era en la política foránea de los Estados Unidos hacia Latinoamérica clama una nueva relación para dirigirse a los temas económicos más presionantes y el compromiso de libre comercio y democracia a través de la creación de una sociedad hemisférica. Los esfuerzos para una liberalización económica y acuerdos de libre comercio han empezado a operar bajo el marco de referencia del “Nuevo orden mundial” de Bush, desde luego, no exento de criticismos. La iniciación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) en 1994 para reunir una sociedad económica con convergencia democrática, fue también el acercamiento inicial de lo que Clinton ha descrito como la creación de una “Comunidad de Democracias del Hemisferio Occidental” (Kryzaneck, 1996). La asociación de México, un país Latinoamericano, con Estados Unidos y Candá fue un evento relacionado como el puente entre Norte América y Sur América, pero a pesar del creciente interés había también incertidumbre y prospectivas no muy claras para el futuro de las naciones latinoamericanas.

En diciembre de 1994, bajo el slogan de una “relación madura”, se efectuó la Cumbre de las Américas con la participación de treinta y tres jefes de Estado del hemisferio, invitados por Clinton a enfocarse en el avance de una zona comercial hemisférica y a comprometerse para el cumplimiento de esta meta en el año 2005, pronto llamado Area de Libre Comercio del hemisferio Occidental (WHAFTA por sus siglas en Inglés). El cuestionamiento es si se cumplirá, tomando en consideración las diferentes motivaciones existentes entre los Jefes de Estado. Mientas que los estados Unidos tienen un interés sustancial en la región, tanto en inversiones como en comercio”, y los países Latinoamericanos y del Caribe deseaban un Acuerdo como un quid porque para mayores transformaciones en estrategias de desarrollo, como asume (Smith (1996). La creación del Acuerdo de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHAFTA) puede ocurrir directamente a través del acceso al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) a través de una serie de arreglos entre cualquier miembro del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y los otros países, o a través de procesos de integración subregional, tales como el existente MERCOSUR el Pacto Andino, etc. Todavía más Smith y otros académicos y políticos reconocen que la formación del Tratado de Libre Comercio del Hemisferio Occidental afronta impedimentos económicos, políticos e institucionales y la falta de una motivación política clara.

Problemas y retos económicos, sociales y políticos de Latinoamérica.

Latinoamérica y la región Caribe son una vez más definido en términos de proteccionismo comercial, economías dominadas por el Estado con grandes empresas estatales y regímenes autoritarios. Bajo el modelo económico llamado substitución de importaciones o de enfoque interno, el cual dio como resultado de su aplicación un producto interno bruto más alto que el 6% anual en promedio por tres décadas. Sin embargo, en los últimos años de los setenta y principios de los ochenta, era evidente que el modelo estaba ya agotado y no era viable. Lo que resultó fue un incremento en los controles restrictivos e ineficiencias del gobierno, incrementos en el gasto doméstico y déficits fiscales, altas tasas inflacionarias, sobrevaluadas tasas de cambio fijas, estancamiento de exportaciones, corrupción, etc. Por encima de todo, los países de la región llegaron a ser crecientemente dependientes en los créditos financieros foráneos a fin de financiar programas de desarrollo, y por tanto, se convirtieron en economías latamente endeudadas después de un periodo de recesión combinada con inflación, la cual a su vez, incrementó las tasas de interés.

En 1982, el alto al crédito de las instituciones financieras internacionales y la pesada carga de la deuda resultó en una crisis fiscal en la mayor parte de los países Latinoamericanos y del Caribe. Desde entonces, la región está pasando por un cambio inmenso a través de un periodo excesivamente costoso y dramático de aplicación de políticas neoliberales económicas, sociales y políticas de ajuste estructural.

A nivel macro, los países fueron forzados a adoptar las políticas de ajuste estructural a fin de encarar la deuda, la cual obviamente, incluso bajo periodos largos de recesión para generar el superhábit comercial necesario, no puede dar servicio a la deuda incluso, tal y como Huddle (1997) explica que la región estaba recibiendo un promedio del 4% del producto interno bruto de recursos externos para transferir la misma cantidad a sus acreedores. Los países latinoamericanos fueron también forzados a volver pagar en términos reales más rápido de lo planeado, debido a un alza en la inflación en estados Unidos. La solución: hacer nuevos préstamos a una tasa que justificaba ser la suficiente para mantener la tasa constante de amortización real. Latinoamérica desesperadamente necesita alivio mediante el servicio de la deuda de $30 billones de dólares transferidos anualmente al exterior, a fin de poder ahorrar e invertir para un futuro significativo.

En parte, como resultado de estos cambios inducidos por la implementación de las políticas de ajuste y reestructuración económica, los países fueron forzados a entrar en recesiones más largas y profundas que las necesarias, con funestas y remarcables consecuencias para el bienestar social. Un análisis de Mesa Lago (1997) sobre esta materia, concluye que ambos fenómenos, la crisis fiscal y la recesión profunda, provocó costos sociales con grados divergentes de severidad y, en la mayoría de los casos, injustamente distribuidos entre los varios grupos en la sociedad. El existente sistema de bienestar social fue incapaz de afrontar los costos sociales que surgían debido a causas coyunturales y estructurales: los elementos sistémicos restrictivos (tales como la usual exclusión de los grupos de bajo ingreso y los pobres, la falta de seguro de desempleo o asistencia), y el dañino efecto de la doble crisis en el equilibrio financiero del sistema en sí mismo. La mayor parte de los países en la región designaron e implementaron redes de seguridad social (con títulos divergentes, programas y desempeño) para ayudar a aliviar el sufrimiento de los grupos más vulnerables de los inmensos costos sociales.

También, a nivel micro las políticas neoliberales están teniendo un impacto devastador, principalmente en las clases socioeconómicas media y baja y también en las posibilidades para el desarrollo futuro. Los costos de implementación de la llamada política de ajuste estructural son altos: los niveles de pobreza se incrementan, el desequilibrio económico y las desigualdades sociales se están ampliando y profundizando, así como la dependencia económica y la pérdida de soberanía política. Los beneficios largamente prometidos derivados del efecto de derrame, nunca alcanzaron al pobre. Los cambios más recurrentes son registrados en un incremento de la brutalidad como resultado de una dinámica del capital explotador, como por ejemplo en la caída de salarios, las crecientes tasas de desempleo y empleo en el sector informal, que han dado por resultado el empeoramiento de las condiciones de vida de decenas de millones de personas.

Ahora, la mayor parte de los países latinoamericanos y del caribe están abiertos a la inversión extranjera y a la economía global, crecientemente privatizados, etc., pero no se puede decir lo mismo de la democracia, aunque ha habido algunos avances. Las ventas de empresas administradas por el Estado, la reducción de los déficits presupuestales, las políticas fiscales cambiantes hacia impuestos regresivos a las ventas, recortes gubernamentales para eliminar programas sociales y de bienestar y para bajar las tarifas y otras barreras comerciales, han complacido a las instituciones financieras y de desarrollo internacionales.

Por lo tanto, la mayor parte de los países latinoamericanos y del caribe están persiguiendo a varios ritmos y formas, políticas orientadas al mercado y sus gobiernos están incrementando la utilización de procedimientos de gobernabilidad democrática, con ayuda de las instituciones internacionales financieras y de desarrollo y Washington. Francis (1996/97) sostiene que la presente convergencia entre estas instituciones financieras y de desarrollo internacionales, Washington, y las naciones latinoamericanas y del Caribe es parte de un esfuerzo por Washington para continuar su dominio, un esfuerzo que ignora las diferencias objetivas entre las sociedades y las culturas del hemisferio occidental, no al menos que es el poder no rivalizado y rico de los Estados Unidos. El nuevo concepto de convergencia de intereses entre las naciones del hemisferio americano está siendo usado por los Estados Unidos para volver a etiquetar su nueva afirmación actual de su hegemonía a fin de hacerlo parecer menos amenazante a las soberanías de los Estados latinoamericanos y del Caribe.

Siguiendo esta línea de pensamiento, estoy de acuerdo con Leiken (1994), quien argumenta que la apertura a la democracia en Latinoamérica, la apertura de las economías cerradas y las firmas de los históricos acuerdos comerciales son parte de esta metamorfosis. Pero el cambio no es solamente político, económico y tecnológico: es más amplio y profundo, y va más allá de la demografía y la disposición, de las ideas y la cultura. Por supuesto, los efectos de este proceso son más trascendentes. Sin embargo, no estoy de acuerdo con el clamor de Leiken de lo que llama el nuevo momento del hemisferio, ya que la mayoría de estos cambios han sido forzados e impuestos por las instituciones financieras internacionales. Leiken (1994) contiende que el nuevo espíritu es remarcable en una región previamente dividida por una geografía y una herencia cultural, por una perspectiva histórica y sistemas económicos y políticos, pero lo que olvida es que los latinoamericanos y los caribeños, ambos comparten en común el que han sido explotados por los poderosos hegemónicos en sus tiempos.

Desde esta perspectiva, los países latinoamericanos y del Caribe han sufrido diez y siete años de reformas neoliberales en sus economías, tal y como Gorostiaga (1993) acierta: el neoliberalismo ha unido las elites del Sur con aquéllas del Norte y han creado la más grande convergencia financiera, tecnológica y de poder militar en su historia. A su vez, estas elites unidas han contribuido a una remarcable relajación del concepto de nacionalismo entre las elites latinoamericanas en el poder, no menos que en el resto de los ciudadanos, tal como Francis (1996/97) argumenta, y por tanto el concepto de soberanía nacional ya no tiene ningún significado como lo tenían anteriormente. Con respecto a las elites que gobiernan latinoamerica, sin embargo, estoy de acuerdo con la contención de Francis de que están realizando lo que entienden por democracia, desarrollo e independencia en forma diferente que Washington. Sin embargo, los neoliberales en Latinoamérica y el Caribe están más preocupados con los mercados abiertos que con la reducción de la pobreza y el incremento de la igualdad.

Huddle (1997) evalúa el impacto de las políticas neoliberales en los países de Latinoamérica y el Caribe en los siguientes términos: el neoliberalismo ha hecho más vulnerables las economías de la región, la pobreza y la desigualdad actualmente se han empeorado y no creo que los hacedores de las políticas estén iniciando esfuerzos sustantivos hacia el alivio de la pobreza y la desigualdad. Un compromiso profundo para la reducción de la pobreza requiere de una completa vuelta en las percepciones y prioridades de los gobiernos occidentales, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de las elites latinoamericanas y el Banco Mundial, un cambio que parece inconsistente son el modelo neoliberal.

Por tanto, aquí contiendo que no existe tal “nuevo espíritu” de las naciones latinoamericanas y del Caribe bajo el proyecto neoliberal, pero no hay tampoco una alternativa viable cuando el proceso de globalización es inevitable, de tal forma que, en las palabras propias de Leiken, el momento de nuestro hemisferio creo las condiciones para un tipo diferente de conversación, una oportunidad para discutir cándidamente los problemas comunes, las esperanzas y las frustraciones de las economías de mercado, las políticas democráticas y las comunicaciones globales a explorar el estado corriente de la cultura en el hemisferio.

Esta tendencia de hemisferización de la economía en la cual los países de Latinoamérica y el Caribe se enganchan sugiere una gran flexibilidad bajo el marco de referencia de más dependencia de los Estados Unidos. Contiendo que el logro de una mayor autonomía para Latinoamérica sería muy limitada, implicando que las naciones tendrían que lanzarse por sí mismas en una economía internacional crecientemente competitiva y que su histórica ventaja comparativa en la que basaban la exportación de sus productos primarios, ya no es de mucho valor. Argumentaría que estas competitividades han sido hostiles ya a las economías locales las cuales no están bien preparadas para mantener un control del ritmo de cambio. También visualizo las tremendas dificultades y esfuerzos que nuestras naciones afrontarían para desarrollar nuevas ventajas competitivas en una era de innovación tecnológica, justamente cuando este factor es uno de los más importantes para lograr la competitividad.

Además de un proyecto hemisférico que significa “uniéndose al Norte” (Francis 1996/97), los países del Caribe y latinoamericanos, tienen otras alternativas diferentes para surfear la ola de la globalización, tales como la integración subregional y la liberalización unilateral. MERCOSUR es un buen ejemplo de integración regional y cooperación en el cual los países sudamericanos se levantan por sí mismos como actores económicos y políticos, a pesar de que el grupo está enfrentando algunos problemas significativos, como por ejemplo, en las negociaciones entre la iniciativa privada y la solidaridad multilateral. Cada país debe decidir al ritmo de su cambio, la estrategia a seguir y la velocidad del proceso hacia la liberalización de los mercados y la democratización de sus estructuras político-burocráticas.

Necesitamos conocimiento para modificar la situación de subdesarrollo y retraso de Latinoamérica y el caribe. Si algo es claro en la historia contemporánea de los países de Latinoamérica y el Caribe, es que ni el socialismo real, ni el desarrollo populista, ni tampoco el burocrático, autoritario y corrupto estatismo, o el liberalismo transnacional solucionará los problemas económicos, sociales, políticos y culturales de nuestras naciones.

Todavía, los dos principales retos de las naciones latinoamericanas y del Caribe persisten: reducir las brechas de la pobreza y la desigualdad.

Retos económicos.

Los países latinoamericanos y del Caribe se definen como economías de rango mediano en la economía del mundo en términos del producto nacional bruto y de ingreso per cápita del producto nacional bruto. La región gozó de un crecimiento económico del 5 por ciento en 1997 con un producto interno bruto de $1.6 trillones de dólares (medidos en US dólares), los que son comparados con el producto interno bruto de Canadá de $568.9 billones de dólares (medidos en US dólares) en el mismo año (Crane, 1998). Más todavía, es una región con un alto potencial de crecimiento en los próximos años. Representa también un mercado creciente. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), las importaciones mundiales se elevaron de $101 billones en 1990 a $256 billones en 1997, con un pronóstico de crecimiento de $287.2 billones este año. Uno de los últimos reportes (1996) del Banco Mundial, referido por Hudle (1997) evalúa que Latinoamérica está en medio de una de las más decisivas transformaciones regionales de la era de la posguerra fría, construyendo una de las más grandes zonas de libre comercio y democracia. Los resultados son aparentes. Las tasas anuales de crecimiento en los últimos años promedian 3,5% como diferencia de solamente un poco más arriba del 1% en los tres años anteriores a 1991. 18 de los 22 países en la región tienen tasas de inflación abajo del 25 por ciento, promediando el 12 por ciento. El flujo de inversión total foránea a la región fue de un promedio de menos que $10 billones en 1988-90 a cercas de $34 billones en 1995 (calculados en $US dólares)

Sin embargo, entre los países existe una gran disparidad en los dos índices estándar de riqueza nacional y crecimiento notoriamente desiguales, en parte debido a los estados anteriores de desarrollo económico y a los diferentes niveles de industrialización, por lo tanto, produciendo tensiones entre las regionales dentro de los países y entre los países.

Durante la última década, diferentes grados de involucramiento en el modelo de la economía neoliberal trajo consigo un patrón errático de desempeño económico entre los países latinoamericanos y caribeños. Este desempeño económico de la mayor parte de los países bajo la implementación del modelo económico neoliberal durante los ochenta, considerado como la “década perdida” fue negativo. De acuerdo con Huddle (1997), entre 1982 y 1994 sólo 11 de 23 países tuvieron crecimiento per cápita producto interno bruto. Después de 1990, el producto interno bruto per cápita fue logrado por 16 países, y sólo 4 países tuvieron crecimiento per cápita de 4% o más, y promedio per cápita del producto interno bruto de solamente 1.6 por ciento anual de 1990 a 1995.

La mayor parte de las naciones latinoamericanas y del Caribe permanecen basadas primeramente en la agricultura, materias primas y recursos naturales, llegando a ser la fuente de los principales bienes, mientras que al mismo tiempo, una relación más dependiente de las decisiones económicas se ha desarrollado con la economía de Norteamérica. Desafortunadamente, los acuerdos de libre comercio implementados, tales como el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) ha resultado en millones de campesinos y población rural que está siendo eliminada del campo actualmente, porque los campesinos mexicanos, por ejemplo, no pueden competir con las importaciones de granos baratos de Estados Unidos.

Por tanto, si a las naciones de la región les gustaría obtener un alto grado de independencia económica, tendrían que desarrollar una mayor cooperación económica y política entre los mismos miembros. Involucramiento en acuerdos de cooperación y libre comercio entre los países de Latinoamérica y el caribe y entre otras naciones del mundo, si estratégicamente están diseñados e implementados, podrían ofrecer una alternativa para el desarrollo y crecimiento económico sin el desplazamiento de los sectores productivos locales.

Los mayores retos: reducción de la pobreza y mayor igualdad.

Huddle (1997) ha estimado que la participación del ingreso al más bajo 20% de la población consistentemente declinó entre 1950 y los últimos años de los setenta. Después de la crisis de la deuda de 1982, la pobreza y la distribución del ingreso se ha deteriorado. Durante los ochenta, el porcentaje de personas que vivían en pobreza se incrementó al 42%, y trajo un total de alrededor de 200 millones de latinoamericanos en pobreza. Otro recuento de Huddle (1997), basado en datos del Banco Mundial, estimó que en al año 1969, el 11% de los latinoamericanos alcanzó niveles de pobreza, el 19% para 1985 y el 33% para los inicios de la década de los noventa.

A pesar de que los indicadores de desarrollo humano –esperanza de vida, educación, agua potable y otros- deben haber mejorado durante las últimas dos décadas, sin embargo, las condiciones de vida son todavía un reto serio. Huddle (1997) refiere a la evaluación de 1996 del Banco Mundial estableciendo que uno de cada tres gentes –165 millones en total- todavía viven con menos de 2 dólares por día. Alrededor de un tercio de la población no tiene acceso a la electricidad o a la sanitación básica, y una estimación de 10 millones de niños sufren de mala nutrición. Entre 1990 y 1994, las tasas de desempleo crecieron alrededor del 3% por año, y el empleo en los sectores informales de la economía se ha incrementado hasta alcanzar 80% de los nuevos trabajos creados después de 1990, mientras que los salarios se han deprimido e impactado negativamente por la tasas de inflación a través de los ochenta.

También, las políticas neoliberales implementadas en la mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe han empeorado la distribución del ingreso y por tanto, incrementado la desigualdad estimada en –5-10 puntos en el coeficiente de GINI, desde 1982.

Los programas y las políticas dirigidas al alivio y al reducción de pobreza son urgentemente requeridos en la mayoría de los países latinoamericanos y del caribe hasta que el producto interno bruto alcance per capita más del 2% anualmente y el salario crezca. Sin embargo, este tipo de políticas debería ser formulado e implementado bajo diferentes perspectivas que lo argumentado por los neoliberales. Un análisis del problema, pone algunos otros importantes factores los cuales necesitan ser evaluados, cuando se consideran y se pesan las posibles alternativas disponibles, tales como la situación en la cual en la decisión final debería de tomarse en cuenta las negociaciones entre los recursos usados para la reducción de la pobreza y la desigualdad contra las grandes inversiones para inducir con más rapidez el crecimiento a largo plazo. Huddle (1997) continúa evaluando sobre los grandes gastos en la pobreza y en la reducción de las desigualdades, lo que significa menos ahorros, que en el largo plazo, el problema de la pobreza será mejor resuelto por el crecimiento más que por programas sociales desperdiciados. Sin embargo, las condiciones de pobreza son más severas durante el periodo de ajuste, temporalmente orientado en programas de compensación social, los cuales son más preferido por los neoliberales a las políticas para reducir la desigualdad porque estos últimos más permanentemente reducen las perspectivas de crecimiento.

Por supuesto, personalmente no estoy de acuerdo con el enfoque neoliberal para reducir la pobreza y para incrementar la igualdad, el cual es un problema no limitado solamente a un periodo de tiempo de ajuste estructural. Por tanto, el reto todavía permanece hasta ahora. Este es el tener un programa de desarrollo económico apropiado para producir suficiente crecimiento para rescatar y elevar las condiciones de vida de la gente pobre latinoamericana y del Caribe.

Los retos sociales.

La población de Latinoamérica, incluyendo la Caribeña es estimada en 1998 en ser de alrededor de 450 millones, la cual representa alrededor del 8% de la población del mundo. Con una tasa promedio anual de 1.7% aproximadamente, la tendencia es a la reducción del de crecimiento poblacional, por lo tanto, como un todo, la población de la región está creciendo lentamente. Las proyecciones del Banco Mundial estiman que la población será de 709 millones para el año 2025. Más de la mitad de la población es jóven a pesar de que se está haciendo vieja y mayormente urbana. De acuerdo a una estimación de la Fundación Canadiense para las Américas (FOCAL, 1995), la población no está bien distribuida. Brasil, el más grande de los países de la región, tiene alrededor del 35% de la población total de la región. Los cuatro países más grandes –Brasil, México, Colombia y Argentina- tienen más de las dos terceras partes de la población. En el Caribe, considerado como un todo, tiene un 13% de participación en la población total y la distribución sigue el mismo patrón , con un 80% de la población viviendo en sólo tres países –Cuba, la república Dominicana y Haiti.

Por los estándares mundiales, la región tiene un status de clase media con un promedio de nivel de ingreso per capita estimado en 1992 es de alrededor de $US 2000 dólares, a pesar de que el ingreso per capita del producto interno bruto varía en cada nación, mostrando que una distribución extremadamente desigual del ingreso plaga la mayor parte de la región donde coexiste la aguda pobreza con la extravagante riqueza. La concentración de la riqueza se ha incrementado en todos lados durante las dos últimas décadas. Una evaluación de FOCAL (1995), acierta a que esta concentración de la riqueza ha estado acompañada por una declinación de la preocupación por la equidad de parte de las elites y las clases medias. Las consecuencias de esta distribución desigual de ingreso y riqueza han tenido efectos negativos en la educación, vivienda y salud. En general, la industrialización se incrementa lentamente, pero algunas otras actividades como la agricultura tradicional y la ganadería están decreciendo con un empobrecimiento de los campesinos.

La mayoría de la población económicamente activa carece de las habilidades necesarias para un trabajo productivo. Cada año, nuevas generaciones se unen a la fuerza de trabajo demandando un empleo que no existe, y dejando casi el 80% de ellos para unirse al ya de por sí numerosos sectores informales de la economía, entre los cuales deben encontrarse las raíces de las actividades ilegales, tales como el trafico de drogas, la prostitución, etc., y como resultado, la violencia se ha incrementado tanto como los temores y la falta de seguridad que se extiende a todos lados. El análisis de FOCAL (1995) considera que existe una relación directa entre el incremento de la violencia y el decremento de las tasas de crecimiento, al asumir que los aumentos de incidencias de violencia entre la creciente mayoría pobre están conectados con el retraso en la distribución de los beneficios de crecimiento. La emigración al Norte es y continuará siendo una “válvula de escape” al problema de la creciente tasa de desempleo. El incremento proyectado de la fuerza de trabajo en los siguientes años nos lleva a la conclusión de que el futuro no está prometiendo ninguna solución a los problemas creados por el desempleo.

Como en cualquier parte del mundo, la crisis social aparece estar abrevando en Latinoamérica y en el Caribe, donde la prospectiva para hechar en reversa la quiebra de la fabrica social está empeorando. Los fenómenos sociales, tales como la desintegración familiar, la pérdida de la cultura y la identidad social, debido a valores sociales decayentes y al impacto de la nueva cultura global y los valores de la postmodernidad, la pérdida de solidaridad, creciente desconfianza y un agresivo individualismo alimentado en un descarnado consumismo en una población que es considerada más como colectivamente orientada, están en constante elevación. Todos estos problemas sociales son fuentes constantes para los conflictos sociales, las dislocaciones y patologías sociales, las cuales a su vez, están llevando a una crisis más profunda de gobernabilidad, donde ni el gobierno y las instituciones estatales, ni otras instituciones sociales y políticas tradicionales han sido capaces de orientar y guiar propiamente. Existe una esperanza en la emergencia de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) para tocar los temas relacionados con los derechos humanos, los derechos de los consumidores, del medio ambiente y de los grupos minoritarios, etc.

Necesitamos volver a orientar la forma, el camino y el destino de Latinoamérica y el Caribe a fin de obtener un equilibrio social mejor. Las diversas sociedades latinoamericanas y del caribe comparten retos comunes y una búsqueda común por caminos para confrontarlos. El gran reto es alentar los mecanismos de gobernabilidad de tal manera que tanto el gobierno y el estado, como las demás instituciones políticas, económicas, sociales y privadas encuentren un sistema que provea de un marco de referencia basado en la confianza y en esfuerzos colaborativos para resolver los problemas sociales. FOCAL (1995) concluye que la sustentabilidad social del modelo económico, más que todo, y las reformas sociales llaman por una fuerte dependencia en la gobernabilidad doméstica. Negando cualesquiera de los beneficios que fueron ganados por los que juegan la carta de orientación a las exportaciones, un clima internacional desfavorable sólo haría a la gobernabilidad más crucial porque la imaginación, el liderazgo, la participación y un sentido de responsabilidad compartida serían requerido más ahora que antes. Gobiernos fuertes se necesitan para capitalizar en los mercados abiertos y sociedades fuertes son requeridas para levantar en hombros los costos del ajuste.

Los retos políticos.

Necesitamos conocimiento del terreno en el cual se mueve la vida política de Latinoamérica y el Caribe ahora. Los países latinoamericanos y del Caribe no pueden escapar a la falta de balance de poder entre ellos y los Estados Unidos. Las relaciones entre estos países han sido siempre conflictivas y tortuosas. Históricamente, Latinoamérica y las naciones del Caribe han sido consideradas como la fuente que da nacimiento a una potencial inestabilidad y a problemas, los cuales han sido considerados como buenas excusas para los inversionistas extranjeros, así como también una amenaza para los intereses económicos del Norte, tal como Tulchin (1995) acierta. Desde los cuarenta, la política externa hacia Latinoamérica y el Caribe fue limitada a encontrar hombres fuertes, recios y confiables para liquidar el comunismo (The Economist, 1997). La amenaza comunista dió forma a la política foránea de los Estados Unidos por el periodo entero de la Guerra Fría, desde finales de los cuarenta a los finales de los ochenta, a pesar de que la mayoría de los gobiernos de estos países no les gusta ningún gesto de entremetimiento en sus asuntos internos. Se dice que los días han pasado cuando el comunismo era una amenaza a las relaciones interamericanas y la política foránea de los Estados Unidos navegaba sobre un extremo de la Guerra Fría, la cual había distorsionado las percepciones y relaciones entre las naciones

El colapso de la guerra fría ha afectado las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos hemisféricos formando una nueva distribución de poder, creando un diálogo y un entendimiento entre el llamado “Consenso de Washington”. Puede parecer y lo sostengo, que no existe tal consenso, sino una creciente complejidad e incertidumbre en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, las que llevarán a nuevas fuentes de conflicto. La revuelta de Chiapaz es un buen ejemplo para explicar los efectos de un desarrollo reciente. Smith (1996) comparte este punto de vista cuando dice que el anticipado optimismo acerca de la creación del nuevo orden a dado forma a la aprehensión ampliada acerca de la lucha étnica, la guerra religiosa, la rivalidad económica y el caos internacional.

Sin embargo, ha traido algunos cambios en la percepción del papel internacional de los Estados Unidos y la confirmación de la llamada doctrina del “destino manifiesto” que ha permeado su política foránea hacia sus vecinos al sur del hemisferio. Francis (1996/97) contiende que parte del problema, es que mientras Latinoamérica se estaba convirtiendo en menos antinacionalista en los noventa, los Estados Unidos estaban siendo más nacionalistas debido a su triunfo en la Guerra Fría, lo cual sugiere a Washington que debería tener un dominio unilateral a través del hemisferio occidental. Sin embargo, los Estados Unidos han etiquetado sus intensiones hegemónicas como una convergencia de intereses a fin de hacerlos aparecer menos amenazantes a la soberanía latinoamericana, pero en la práctica, tales concesiones culturales no son apropiadas para producir armonía en la región. Kryzanek (1996) se refiere al Secretario de Asuntos Interamericanos, asistente del Presidente Clinton, Alexander Watson (1994) diciendo acerca de esta nueva relación madura que nunca nadie acusará de ser tediosas las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, aunque muchas de las reformas que están tomando lugar son todavía muy frágiles. Pero esta convergencia de valores es de proporciones históricas y ofrece la oportunidad para forjar patrones de conducta y modelar establecimientos institucionales que promoverán, sino garantizarán, resoluciones de disputas pacíficas y cooperativas y facilitarán acercamientos comunes a temas que a todos nos conciernen.

En ausencia de la Guerra Fría, Smith (1995) llama por una mayor conciencia acerca de las crecientes expectativas de que las naciones de las Américas pueden reconocer y actuar en una armonía natural de intereses. El creciente comercio e inversiones guiará a la convergencia de propósitos económicos, la liberalización de los mercados promoverá la democracia política y la emergencia de líderes responsables eliminará las fuentes de conflictos innecesarios entre los Estados Unidos y Latinoamérica. Mientras que los oficiales de Washington están deseosos de proclamar, el ambiente despúes de la Guerra Fría ofrece una oportunidad sin precedentes para forjar una comunidad de democracias a través de todo el Hemisferio Occidental.

De hecho, en estos días, los gobiernos democráticos están gobernando en la mayor parte de los países, con algunas exepciones. Ahora, las elites gobernantes locales y el surgimiento de nuevos grupos motivados por políticas neoliberales están comprometidos con el libre mercado y la democracia en la mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe. Estas naciones están ansiosas por abrazar los denominados valores modernos y separan los sentimientos nacionalistas, la xenofobia y el viejo pesimismo. También las intervenciones foráneas ya no son consideradas como una amenaza. Tulnich sumariza diciendo que mentalmente todavía los Estados Unidos es visto como un problema. El subdesarrollo, también, es preocupante porque hace a Latinoamérica menos valuable como un socio comercial y un recipiente de las inversiones estadounidenses. Al mismo tiempo, el subdesarrollo es visto no solamente como una causa de inestabilidad sino también como un perpetuador de la miseria humana que es un reproche constante al sistema capitalista internacional.

Para algunos analistas de las políticas de Latinoamérica y el Caribe, la traición es un fenómeno constante que ha sido parte de la vida política. El hilo conector de los episodios políticos es la desconfianza de los políticos y la fe caprichosa con la que le gente busca creer (The Economist, 1994). Mientras que esta aserción puede ser verdadera en la pasada arena política de la mayoría de las naciones y en el presente de algunas, sin embargo, debemos de reconocer los avances democráticos que se están obteniendo. Por lo tanto, la cultura política y la conducta política son un impedimento para institucionalizar la democracia en la mayoría de los países.

Los países latinoamericanos y del Caribe están en un proceso de democratización. Para algunos analistas, esta tendencia de la democratización está ligada a la tendencia económica del libre mercado que corresponde a la tercera ola en el análisis de Huntington, el cual históricamente tiende a ser seguido por olas de regresión de la popularidad de los procesos democráticos, de acuerdo a Mesa Lago (1997) quien argumenta que para las reformas económicas neoliberales, la nueva ola de creencia de las elites latinoamericanas en el libre mercado, puede bien declinar, mientras que para las masas latinoamericanas, los fracasos de estas reformas económicas para orientar los temas de distribución del ingreso, está ya creando descontento. En este punto, la democracia y el libre mercado chocan. Si, como muchos argumentan, estas reformas económicas causan más daño a mucha gente que ayuda en los primeros procesos, las democracias deben encontrase de nuevo plagadas por el estilo populista. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con esta afirmación de que como el libre mercado, la democracia es el menor de los males y debemos estar realísticamente esperando apretar la solución de problemas en esta generación. Si bien puede ser cierto para la democracia, sin embargo, precisamente las políticas de libre mercado son la fuente del ingreso desigual y la injusta distribución de la riqueza y por tanto, las creadoras del descontento.

Sin embargo, contiendo que la discusión debería centrarse más exactamente en el concepto de democracia en sí mismo y en el modelo de democracia occidental el cual el poder hegemónico trata de imponer sobre nuestros países. Probar la definición estadunidense de democracia, requerida para los países latinoamericanos y del Caribe, permanece como un reto. Atkins (1992), ha cuestionado si los Estados Unidos son intelectualmente, políticamente, o materialmente equipados para ocupar el momento y engancharse con latinoamérica sobre la base de asociación, dado el bagage y los antecedentes que se tiene del pasado, los enormes problemas domésticos que reducen sus capacidades internacionales y la alta prioridad internacional que presenta retos en cualquier otra parte.

Culturas políticas diversas, distorsiones perceptuales, cegueras culturales y tradiciones de las diferentes naciones latinoamericanas y del Caribe, complican la comprensión de un concepto de democracia etnocéntricamente orientado al occidente norteamericano. Por ejemplo, Martz (1995) afirma que en estas naciones que han sido los objetivos predominantes de la intervención directa de los Estados Unidos, las imágenes de democracia inevitablemente serán borradas indistintamente, democracia no es un concepto sin significado, sino simbolizado por la observación de los norteamericanos que abraza ingredientes de hipocresía y falta de ingenuinidad. En un número de estas relativamente menos desarrolladas políticas, mas todavía, su propia experiencia doméstica con la democracia es muy limitada. En este sentido, la democracia es solamente parte de una arrogante actitud etnocéntrica de los Norteamericanos, un impulso paternalístico para la prédica de la fe –no totalmente diferente de los conquistadores españoles hace más de cinco siglos- que no puede disminuirse sin el reconocimiento de elementos racistas. Mientras que los elementos del racismo no han estado ausentes en la política foránea de los Estados Unidos y en sus actitudes, la referencia al “Pequeño Hermanismo Café” representa una expresión figurativa de paternalismo hacia el presumiblemente menos ilustrado y políticamente inmaduro latinoamericano.

Más todavía, el proyecto hegemónico de la integración hemisférica, pone en peligro los fundamentos básicos del Estado-nación y amenaza la identidad nacional y la soberanía.

Los retos culturales.

Los retos económicos, sociales y políticos inducidos desde afuera están trayendo consigo una penetración cultural. Los países de Latinoamérica y el Caribe son, por lo tanto, un objetivo obvio para la sentencia de que la cultura es destino. Los movimientos transnacionales de capital, personas, conocimientos, recursos naturales, etc., entre las diferentes naciones del Hemisferio Occidental están desarrollándose a través de los procesos que son culturalmente orientados. Pero aquí el problema es evaluar que tan útil para cada uno realmente puede ser esta nueva relación entre las naciones del Norte de América (Canadá y Estados Unidos) y las de Sur América y el Caribe, como por ejemplo, con la versión de libre comercio en el Hemisferio Occidental esperada para el año 2005. Por tanto, aceptar que la liberalización del mercado y la democratización son parte de un proceso inevitable de modernización orientada hacia una cultura de las naciones latinoamericanas y del Caribe, significa pérdidas en las identidades y soberanías nacionales.

Hacia unas culturas latinoamericanas y caribeñas “Coca-Cola-izadas”

Incluso los analístas norteamericanos han reconocido ya el impacto de este inevitable proceso de modernización de las culturas latinoamericanas y caribeñas, las cuales están arribando en forma de un fenómeno de “Occidentalización”, y más específicamente a través de la influencia cultural de los Estados Unidos. Por ejemplo, Kryzanek (1996) contiende que el más serio de los resultados del contacto de los estadunidenses con los latinoamericanos puede ser visto en la forma en que la cultura de los Estados Unidos ha transformado el carácter único de esta región. Porque su extensiva presencia corporativa, el influjo turístico anual, y el hecho de que Latinoamérica vive cerca de la más avanzada sociedad orientada hacia el consumo en el mundo actual, gradualmente han asimilado muchos aspectos de su cultura. Para darnos cuenta de algunas de las implicaciones de estos fenómenos, no es necesario viajar mucho en Latinoamérica para ver signos de americanización, o a la “Coca-Cola-ización” como algunas veces se ha referido.

Los latinoamericanos toman soda, manejan automóviles, usan pantalones de diseño, juegan beisbol, compran “chacharitas”, ven programas de televisión, y absorven imágenes, ideas, tendencias y modas que vuelan del Norte al Sur a través de las fronteras. Tal vez los estadounidenses no controlan a las naciones latinoamericanas y caribeñas militarmente, pero están presentes en momentos y maneras incontables por este desbordamiento cultural del estilo de vida estadounidense. Kryzanek (1996) refiere al anterior presidente venezolano Rafael Caldera diciendo que las estaciones de radio trasmiten la música y su apreciación de la vida. La televisión está llena de la imaginería que refleja su modo de pensar.

Todavía hasta ahora, en algunos países con un fuerte sentido de valores nacinalistas, como el caso de México, por ejemplo, su gente tiene una mayor preferencia por los bienes y valores foráneos y por eso son estereotipados como “malinchistas”, para recordar las obligaciones de la mujer indígena Malitzin o La Malinche, quien fue dada por el Emperador Azteca como regalo al Conquistador Cortéz. Ella fue leal a su master, aprendió el Español y asimiló la cultura española, por tanto desempeñó actividades como las de traducción e interpretación de lenguas, lo que a su vez, benefició a la consolidación de la colonización de México. Hasta ahora, ser “malinchista” tiene un sentido peyorativo de identificación con otras culturas y por tanto de ser traidor a la identidad nacional de los mexicanos.

La influencia de la cultura norteamericana y su perversa transformación en la sociedad latinoamericana ha traído ajustes cuyos efectos y consecuencias son imposibles de controlar. Algunos esfuersos de intelectuales nacionalistas toman una posición demasiado radical la misma que puede parecer idealista bajo las presiones presentes de las tendencias de globalización y modernización.

Otros todavía toman el camino desesperado de la confrontación, no sólo a las fuerzas transnacionales de la globalización sino también a la cultura nacional dominante, argumentando que la preservación de la cultura de las comuninades indígenas que han sido ignoradas por las elites locales que gobiernan por más de cinco siglos, tal como es el caso de la revuelta chiapaneca en México.

El reto actual es cómo preservar y sostener la autonomía de la cultura latinoamericana y del Caribe. Cada nación debe diseñar e implementar estrategias para proteger sus identidades culturales y para controlar el impacto de los procesos de globalización y su influencia en el lenguaje, los valores, las tradiciones, etc. Y todavía, este reto puede extenderse a encontrar un punto de armonía y equlibrio entre nuestras identidades y la inevitable influencia de las nuevas culturas, las que al final contribuirán a enriquecer nuestras propias culturas.

Tanto en Comala como en Macondo se mantiene firme la identidad de la imaginería cultural de nuestros pueblos, a pesar de la influencia de los turistas extranjeros. Más bien, los turistas son encantados con el realismo mágico de los latinoamericanos y caribeños.

Referencias:

* Autor: Jose G. Vargas-Hernandez, M.B.A.; Ph.D.

Profesor investigador.Universidad de Colima. México

E-mail: vargasjo@cgic.ucol.mx

E-mail: jvargas@campus.col.itesm.mx

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