Graciela Castro.

Lic. en Psicología. Profesora Responsable Psicologia II. FICES/UNSL

INTRODUCCIÓN

La joven sostenía en su mano derecha el control remoto del televisor. El cuerpo extendido descuidadamente sobre un sillón. El rostro relajado. Afuera, -como rezaría una canción de tango- es noche y la helada dejará sus huellas. Adentro, un ambiente cálido envuelve las horas de un domingo invernal.

En un ir y venir del ejercicio “zapinero”, la señal de Crónica TV, con imágenes de bailes y disfraces y, mientras se oye una vieja melodía sesentista, sobreimpreso en la pantalla se asoman grandes letras que anuncian: » faltan 70 días». La estación de la flores como diría algún aprendiz de poeta kitch, tiene allí su propio jefe de prensa. Al instante y gracias al zapping, Zedillo se adueña de la pantalla hablando ante un auditorio, tal vez importante, acerca de la pobreza. Cambio; los juegos olímpicos de Atlanta; cambio, inundaciones en China; cambio, Bugs Bunny neurotiza a Elmer; cambio, Victoria Abril se viste de personaje almodovariano; cambio, Bill Clinton debe prorrogar la entrada en vigencia de la Ley Helms-Burton ante la presión de los países europeos; cambio,Tom Cruise regresa una vez más con Dustin Hoffman en el papel de su hermano; cambio, Cavallo continúa afirmando que la reducción de las asignaciones familiares es para beneficiar a los que menos ganan; cambio, el Telediario español da las últimas noticias; cambio, Snoppy se divierte con sus amigos; cambio, los obreros del puerto reclaman por sus salarios; cambio, un niño puede morir si en pocas horas no se halla un donante de hígado; cambio, Fito Paez y un vídeo clip con sus últimas canciones; cambio, los habitantes de fuerte Apache se quejan por ser marginados; cambio, el presidente Menen señala que gracias a su plan económico hay más desocupados y menos pobres. La frase resuena reclamando una explicación. Algo parece haber alterado la velocidad de las imágenes. Ya no es tan sólo un parpadeo. La sinapsis neuronal da cuenta del mensaje: la sucesión de imágenes y sonidos dejan la fugacidad de la costumbre y hay prisa por hallar respuestas ante semejante aquellarre mediático.

Por unos instantes y fragmentariamente, el mundo se asomó por una pantalla. La joven pulsa un botón del control remoto y, observando la pantalla ya oscura del televisor recuerda la canción de Serrat :

» Mi vecino vuelve a casa, enciende la tele….

mi vecino, aquella noche,

se metió en la cama convencido de tener el mundo controlado,

seguro de ser un hombre muy bien informado

respecto a lo que ocurría a su alrededor…»

Ella no quiere ser el personaje de aquella canción; sabe que al día siguiente alguien llamará a su puerta ofreciéndose para algún trabajo; una mujer y su hijo, como se ha vuelto habitual, estarán revolviendo las bolsas de residuos; otros se quejarán pues el dinero no les alcanza, mientras en una tapa de «Caras» un juez mostrará su mansión y otras exquisiteces de «mediopelo-nuevo rico» , y miles de desocupados rogarán a San Cayetano por alguna solución .

Pobreza, banalidad, injusticia, planes de ajuste, corrupción, nuevos actores sociales, impunidad, reclamos, desencanto. Fin de milenio. Incertidumbre. Exclusión. Urgencia en la búsqueda de nuevas respuestas que permitan comprender la realidad .

La Transformación del Escenario

Hace algunos años, Agnes Heller, a través de un artículo periodístico señalaba: » Los hombres tienen celos del apocalipsis; su ambición es hacerlo mejor» y, observando la cotidianidad de los ‘90, alguien podría animarse a aseverar que aquella frase adolece de realismo?. Los medios periodísticos muestran día tras día imágenes donde la violencia, la intolerancia, la corrupción y la injusticia, se tornan una constante corriendo el riesgo de volverse una costumbre que a nadie asombra.

Y el hombre común sabe que no son personajes de una película del neorrealismo aquellos que a la vuelta de su casa o camino a su trabajo, puede hallar revolviendo bolsas de residuos o formando parte de largas colas de aspirantes a unos muy pocos puestos de trabajo. Salaam Bombay ya no parece estar tan lejos y la realidad, hace rato va superando a la ficción.

Un informe de la ONU difundido en julio de 1996, señalaba que:

«más de 1600 millones de personas pobres en todo el mundo han empeorado su situación en relación con hace diez años, mientras tanto, los muy ricos han aumentado aún más sus ingresos».

Por si aquella información pareciese ambigua o lejana, también es posible ir acercando la mirada a latinoamérica y el mismo informe de la ONU al que se hacía referencia anteriormente dirá:

«en América Latina, que experimenta una recuperación económica, la tasa de pobreza aumentó sin embargo del 23 al 28 por ciento de 1985 a 1990, por cuanto la política de escolaridad favorecía a los ricos y en gran medida se pasó por alto la reforma agraria».

El fin de milenio se personifica en el dios Jano: uno de sus rostros muestra la opulencia de aquellos a quienes favoreció el mercado, el otro rostro, se cubrió con la máscara de la pobreza.

Cuando Polanyi escribía: » la pobreza era la naturaleza sobreviviendo en la sociedad; que la limitación de los alimentos y lo ilimitado del hombre hubieran llegado a un conflicto justo cuando se ofrecía a nuestros ojos la promesa de un aumento ilimitado de la riqueza hacía aún más amarga la ironía» [1] , algún desprevenido podría hallar una coincidencia con el informe de la ONU, pero aunque la descripción de Polanyi bien parezca propia de los ‘90, en realidad estaba describiendo a la sociedad inglesa del siglo pasado. Valdría agregar aquella referencia que al final de muchas películas recuerda que «los hechos que aquí se relatan corresponden a la ficción y cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia»?. Pero la emergencia de esta sociedad dual no es pura coincidencia. Reducir a una sola circunstancia la crisis, sería simplificar la complejidad que evidencia la realidad. Para muchos dirigentes políticos o gremialistas, la gran responsable de todos los cambios y su consecuente crisis es la globalización. En muchos discursos la famosa palabrita puede ser o la espada de Damocles o la llave del paraíso. Acaso será eso la metáfora que represente a la “modernización excluyente” que hace unos años analizaban Lo Voulo y Barbeito (1992).?. En tal caso “la espada”, como lo expresa el informe de la ONU, tiene cada vez más amenazados mientras los que pueden aspirar a tener «la llave» son unos pocos privilegiados. También se podría entender a la globalización actual de la economía como la utilización de mecanismos que posibilitan la colonización y el saqueo de varios países, conduciendo a aquel modelo que Chomsky grafica como «islas de enorme privilegio en un mar de miseria». [2]

Para los países de Latinoamérica no resulta sencillo su tránsito en estas últimas décadas. Superadas las dictaduras y comprendida la imposibilidad de hacer realidad las inflacionadas expectativas con las cuales se había sobrecargado a las incipientes democracias, la vida cotidiana de los ciudadanos no está exenta de dificultades. Logrados los elementos mínimos para el funcionamiento del sistema democrático, queda observar si la propia democracia es capaz de afrontar los nuevos retos.

Cuál es el mundo al que deben enfrentar las frágiles democracias de la región?. Al respecto es adecuado recurrir a las expresiones de Norbert Lechner quien así describe el nuevo contexto:

» El predominio absoluto de la economía capitalista de mercado y los procesos de globalización, el colapso del comunismo y del sistema bipolar, el redimensionamiento del Estado , el «nuevo clima cultural» y la misma preeminencia de la democracia liberal conforman un nuevo marco de referencia para cualquier política». [3]

Sin duda estas circunstancias condicionan la acción política , planteando como consecuencia la necesidad de reflexionar sobre las transformaciones de los factores implicados. También aquí es pertinente considerar aquellos que menciona el propio Lechner, factores éstos cuyos cambios pueden implicar riesgos y oportunidades para las democracias latinoamericanas.

Los factores implicados son:

a) la nueva complejidad social.

b) la sociedad de mercado y la nueva sociabilidad.

c) la nueva relación de Estado y sociedad.

d) los nuevos procesos de comunicación.

e) las nuevas incertidumbres.

f) las transformaciones de la política.

A fin de lograr una comprensión más ajustada de los factores mencionados, a continuación se tratará de explicitar algunos aspectos que caracterizan a cada uno de ellos.

a) la nueva complejidad social : los procesos de industrialización y de urbanización producen diferenciaciones que alteran el rígido orden jerárquico característico de las clases, y como consecuencia de ello, los individuos pueden desempeñar múltiples roles. En este sentido “la clase” deja de ser un elemento que permite una identificación colectiva , siendo quizá útil, en este aspecto, recurrir a la expresión que ya hace varios años aportara Ernesto Laclau al hablar de «posición de sujeto». Ante la pluralidad de espacios cada vez más autónomos, se van segmentando los intereses materiales y las creencias y principios que servían de anclaje para las identidades colectivas. Así, los individuos pueden llegar a transitar por diversos grupos de acuerdo a sus intereses y preocupaciones.

b) la sociedad de mercado y la nueva sociabilidad: si bien el mercado no es una situación novedosa en los países de América Latina, sí es importante el peso que van adquiriendo en esta región los mecanismos que caracterizan al mercado. Los comportamientos sociales también se van tiñendo con los matices de la mercantilización. De tal manera las relaciones interpersonales pueden adquirir características de instrumentales, moldeándose un nuevo tipo de sociabilidad en la cual prevalecen características propias del intercambio mercantil, el cálculo resulta un mecanismo corriente y el individualismo y el egoísmo su expresión en las relaciones sociales. Conjuntamente con ello se va produciendo un proceso de replegarse hacia lo privado como una esfera privilegiada de la vida social.

c) la nueva relación de Estado y sociedad: ante la presencia avasalladora del mercado, se torna prioritario efectuar una reforma del Estado. La propuesta neoliberal no plantearía un desmantelamiento del Estado sino, por el contrario, una fuerte intervención estatal. Así explica Lechner el papel del Estado ante las nuevas circunstancias que planeta el neoliberalismo:

» en mayor o menor medida tiene lugar una reforma del Estado sobre la base de reducir la empresas públicas, reorientar las políticas sociales, descentralizar y desburocratizar el aparato estatal, racionalizar la gestión pública y una reglamentación frondosa, en fin, incrementar la eficiencia económica de la acción estatal». [4]

En este redimensionamiento del Estado, la función económica pasa a adquirir una notable preeminencia, por consiguiente al priorizar la relación entre el Estado y el mercado se puede ir inhibiendo el tema de fondo que es la relación entre el Estado y la sociedad.

d) los nuevos procesos de comunicación: hay quienes señalan que aquello que no aparece por los medios de comunicación no existe. Sin duda alguna la imagen ha adquirido una gran preeminencia en la tematización de la agenda pública. Así, ya resulta una costumbre observar diversos cierres de campañas electorales en publicitados espacios televisivos. En función de ello, los políticos deben competir por lograr la atención de los receptores, recurriendo para ello a técnicas comunicacionales para seducir a los telespectadores, quienes asisten a una sobrecarga informativa. Los nuevos procesos de comunicación se caracterizan por la fragmentación y velocidad en la estructuración de las imágenes y los mensajes. Ello plantea un redimensionamiento en las nociones de espacio y tiempo, como así también en el sentido de la realidad. Los límites entre la esfera privada y la esfera pública se tornan difusos; el tiempo -por su parte- es un presente omnipresente. A la par de ello y, como consecuencia de la globalización de las comunicaciones, se desterritorializa el universo simbólico.

e) las nuevas incertidumbres: los cambios sociales ocurridos en los últimos años, también van modificando el sentido de la vida. Esta ya no posee los límites claros y precisos que quizá, hasta hace un tiempo atrás era posible pensar. Como los describiera el propio Lechner: «las identidades colectivas se fragmentan a la par con la disgregación de los valores y hábitos, las creencias y experiencias que estructuraban la trama social.». [5] El proceso de secularización, por su parte, descompone las religiones y por ende, se alteran las tradicionales respuestas que hacen a los interrogantes básicos de la vida.

f) las transformaciones de la política: teniendo en cuenta los factores mencionados con anterioridad , las instituciones políticas y fundamentalmente la política, se van transformando. Esencialmente, la política deja de ocupar el lugar central que antes ocupaba en la organización social. Ante la diversificación de los roles sociales y la consiguiente dificultad de conformar identidades colectivas por un lado, y la preeminencia de la relación entre el Estado y el mercado por la otra, junto a nuevos modos de socialización, por mencionar sólo algunos temas, las instituciones políticas ven restringir su ámbito de actuación. También, es necesario considerar los numerosos casos de corrupción que en los últimos tiempos están tiñendo a la clase política y a la desvalorización que – desde los espacios de poder- se realiza de la propia clase política. A partir de considerar estas circunstancias se van haciendo necesario conformar otros espacios de participación que superen la frontera entre los sistemas políticos y no políticos.

Todos los factores mencionados precedentemente permiten pensar en una transformación de la política, no sólo en cuanto a las imágenes que de ella se tienen, sino también acerca de las nuevas modalidades del quehacer político.

Entre los fantasmas y el populismo

El reingreso de los países de América Latina al sistema democrático, por cierto que no ha resultado una tarea sencilla. Era preciso superar enraizados comportamientos autoritarios que habían trastrocado profundamente la cotidianidad de sus habitantes. Los argentinos en particular, ingresaban en la democracia, incluyendo en su imaginario expectativas, en muchos casos sobrecargadas.

Transcurridos unos años, los discursos y las ilusiones comenzarían a chocar con la realidad. La justicia se quedó a mitad de camino y tal vez, -ante amenazas de presiones por parte de algunos sectores de la sociedad-, no logró cerrar las heridas dejadas por la represión.Tampoco la solidaridad era un valor que regresaba con tanta facilidad. En cambio, sí comenzaba a tener cada vez mayor protagonismo el tema económico. Tras el encantamiento de la reapertura democrática, devenía el desencanto por las dificultades y las promesas no cumplidas. Pero aún quedaba espacio para creer en un reencantamiento.

El discurso populista del menemismo pareció interpretar la necesidad de mucha gente y se entreabrió la posibilidad de una esperanza. Así, los ‘90 iniciaron su lucha contra la inflación y día tras día, la economía fue ganando preeminencia. Su análisis no sólo concernía a los especialistas en el tema o a los políticos. Para el ciudadano común fue tornándose de suma importancia la paridad cambiaría en cuanto al precio del dólar, no porque se hubiese transformado en un inversionista de la Bolsa de Valores, sino porque la nueva situación económica facilitaba la «compra a crédito». Endeudarse no constituía una actividad riesgosa pues «el plan de convertibilidad» aseguraba la tranquilidad para los bolsillos.

Pacto de Olivos mediante, el menemismo continuó ocupando sus espacios de poder. La preeminencia otorgada a la economía también en la vida cotidiana de los ciudadanos, posibilitaba la continuidad del gobierno menemista. Pocos meses después del triunfo, la caja de Pandora ya dejaba entrever imágenes- algo difusas aún -de su contenido.

En el segundo semestre del ‘95 aparecían dos figuras cuyos contornos ya estaban perfectamente delineados: la desocupación y la corrupción. La primera rondaba el 18.6 % y en cuanto a la segunda, quedaba una inquietante sensación de impunidad en lugar de la justicia.

En un intento de análisis acerca de la influencia de la crisis en la vida cotidiana de los argentinos efectuado en agosto de 1995 [6], se infería que, en relación al desencanto de fines de los ‘80 donde parecía percibirse cierto clima de esperanza , el estado anímico de los argentinos en la segunda mitad de los ‘90, no parecía incluir la posibilidad de un reencantamiento.

Transcurrido un año desde aquel análisis, qué pasó con el humor de los argentinos?. Finalmente, de la caja de Pandora se expandieron todos los males? Y como aquella mitológica caja, quedó la esperanza en el fondo de la misma?.

El 14 de mayo del presente año, el gobierno menemista cumplió un año en el poder tras la reelección. Esta circunstancia pareció pasar desapercibida en el ánimo ciudadano.

Las últimas cifras proporcionadas por el INDEC mostraron que el nivel de desocupación en el país es del 17.1 %; el monto de la deuda externa continuó creciendo y » los números no cierran para el gobierno».

En este estado de la situación, el gobierno anunció la eliminación de las asignaciones familiares y al mismo tiempo recordaron que la Reforma del Estado II, afectará a un número importante de empleados públicos que pasarán a engrosar la lista de desocupados. Paralelamente la corrupción continúa expandiéndose y la justicia pareciese ser la gran ausente. La banalidad y el desparpajo de muchos funcionarios y dirigentes constituyen una afrenta para la gran mayoría de los argentinos que no «disfrutan» del modelo.

Mientras se escribe este texto, «la noticia» difundida por todos los medios de comunicación e instalada en el habla de todos los argentinos, es la renuncia del ministro de economía, Domingo Cavallo. Parafraseando a García Marquez, podría decirse que ello constituyó la crónica de «una despedida largamente anunciada». Negada siempre por los protagonistas del círculo áulico presidencial, entremezcladas con abrazos y sonrisas que sólo parecían poner parches a una nunca acabada interna sumamente conflictiva, finalmente llegó el día para que los argentinos comprobaran si existía o no una «cavallodependencia».

El actual recambio ministerial en la esfera de economía, no parecería responder a la necesidad de recuperar la esperanza por parte de los ciudadanos. Hay dos mensajes que no pueden eludirse en el análisis de los discursos presidenciales en ocasión de la «despedida» ministerial: el modelo no va a cambiar, según propias expresiones del presidente Menen y, los organismos internacionales vieron con beneplácito el recambio, ésto aunque lo niegue el propio presidente mientras lo afirma Michel Camdessus.

Intentar algún posible análisis frente a la actual situación argentina puede resultar un interesante ejercicio intelectual, tal vez para evitar caer en la alienación total a la cual conduce el actual modelo socioeconómico.

Aquí en el cielo como en… LA ARGENTINA

Al fin de iniciar un abordaje de la situación por la que atraviesa Argentina por estos días, resulta pertinente retomar algunos de los aspectos mencionados por Norbert Lechner, en cuanto a los factores observados en las democracias.

Es posible que uno de los aspectos que con mayor incidencia pueda observarse en la Argentina corresponde a aquél que se halla referido a : «la sociedad de mercado y la nueva sociabilidad».

Como lo señala José María Pasquini Durán :

«La transición del Estado de bienestar al imperio del mercado se hizo sin necesidad de la Tercera Guerra Mundial». [7]

Si bien el mercado no es algo nuevo en los países de latinoamérica, en Argentina en particular, es durante los ‘90 cuando la «palabrita mágica» que significa el mercado, se va introduciendo en la vida cotidiana de los habitantes mientras que para el gobierno menemista adquiere visos de orgullo. En 1992, tras realizar un viaje a europa, el presidente Menen declaraba a los periodistas que en países tales como Francia o Bélgica había autoridades dispuestas a tomar como ejemplo al «modelo argentino» para resolver sus problemas. La pregunta ineludible era: existe una modelo argentino?.

Por aquél entonces el editorial de La Ciudad Futura expresaba en relación a la pregunta anterior: «…en el país estamos aplicando con estricto rigor fórmulas que para el Este y el Sur ofrecen los grandes poderes económicos internacionales y específicamente el gran auditor de ellos, el Fondo Monetario Internacional…» [8]

Esta ola que se extendía desde el Oeste al Este y desde el Norte al Sur partía del supuesto de recuperar «la verdad económica», cuyo eje central implicaba un replanteo de las relaciones entre Estado y mercado.

En la agenda política de los ‘90, el ajuste económico y sus efectos recesivos pasan a ocupar un destacadísimo lugar En esta situación, en latinoamérica, el Estado debe hacer frente a tres cuestiones: a)la tensión entre la globalización y el marco nacional; b) la tensión entre las dinámicas económicas y la institucionalidad política; y finalmente, c) la tensión entre la democracia y la gobernabilidad democrática [9]. En síntesis, estas tres cuestiones plantean la necesidad de considerar que la agenda pública de estos países está severamente condicionada por circunstancias que se hallan fuera del control de los actores nacionales. Por otro lado, implican también considerar los recursos políticos que permitan contrarrestar y compensar las dificultades económicas; en tanto la tercera cuestión plantea la dificultad que ocasiona el carecer de un efectivo sistema de partidos que permita elaborar consensos básicos.

El replanteo de las relaciones entre el Estado y el mercado instala un nuevo debate en América Latina. En los últimos años, estos países, han pasado por profundos cambios en las estructuras económicas y en las relaciones sociales como así también en los valores. En las transformaciones que atraviesa el Estado se pueden considerar desde aquellas que trazan una frontera entre el ámbito externo – delimitación de un territorio- y el ámbito interno – los límites del orden social-. La soberanía estatal se halla en contradicción con la dinámica del mercado, expresándose dicha contradicción en la dualidad entre el liberalismo económico y el orden oligárquico. Es a partir de los ‘70 cuando esta distinción comienza a evaporarse a partir del proceso de globalización. Otro aspecto que debe considerarse en la transformación del Estado es el que se refiere al desmantelamiento del Estado de Bienestar – o Estado providencia-. Esta situación acrecienta la exclusión y la marginación y evidencia la desintegración de los principios organizadores de la solidaridad.

En el imaginario social de los argentinos, durante mucho tiempo han existido una serie de afirmaciones que se fueron transformando en mitos. Muchos de ellos, transcurrido el tiempo, van tornándose frases huecas totalmente carentes de contenido. Sin duda entre aquellos mitos podría señalarse la frase que expresa :“ Dios es argentino”, en consecuencia su tradución significaría que todo se soluciona mágicamente. Otra idea ya generalizada es que : “los argentinos somos solidarios”. Si bien no se trata de hacer aquí un lapidario juicio en contra de esta afirmación, sería sumamente difícil afirmar que fehacientemente se trata de un aspecto inherente a la personalidad básica de los argentinos, al menos de los de esta época. No resultaría vano tratar de pensar cuánto puede haber influido en ella, la mercantilización de las relaciones sociales. Por otro lado, es posible pensar que en la sociedad argentina se hallarían comportamientos solidarios cuando se trata de relaciones primarias, tales como la familia o los amigos, pero más allá de estos microespacios, la solidaridad cede su lugar a la desconfianza, a los conflictos.

Los gobiernos dictatoriales, acentuaron la desconfianza, el recelo en las relaciones interpersonales. De esa manera también resulta más sencillo el ejercicio de la dominación. Por ello, uno de los aspectos esenciales que deben procurar reinstalar las democracias, es la confianza mutua. Reducir los niveles de incertidumbre en relación «al otro» resulta prioritario . Esta circunstancia que, a nivel micro no resulta fácil, se profundiza cuando es el propio Estado quien va dejando de lado garantías sociales que históricamente habían formado parte del mismo. En este sentido, conviene recordar que el Estado de Bienestar se desarrolló históricamente teniendo en cuenta un sistema asegurador en el cual la introducción de seguros obligatorios cubrían los principales riesgos de la existencia humana, tales como: enfermedad, desocupación, jubilación, invalidez,etc. El agotamiento de este sistema de bienestar, también erosiona el sentido de solidaridad.

Los ‘90 muestran a los gobiernos – particularmente los latinoamericanos- realizando programas económicos que, para su implementación, demandan efectuar fuertes ajustes sociales. Así, la agenda pública de la democracia queda prisionera de las prioridades y decisiones que impone el ajuste. Indudablemente, en la nueva relación que se establece entre el Estado y el mercado, el «trabajo» pasa a ocupar un espacio de suma importancia en la cotidianidad de los habitantes. Aquel principio que establece el Artículo 14 de la Constitución Argentina: «….Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar….»; a partir de las nuevas políticas socioeconómicas se vuelve un ideal que no se refleja en la realidad.

La situación planteada por la desocupación – que en décadas anteriores se asomaba como una posibilidad para algún sector social en especial-, a partir de la crisis del Estado de bienestar y la aplicación de políticas neoliberales, es un fantasma que sobrevuela cuasi permanentemente a un gran número de argentinos, sin considerar el género, la edad o el oficio. La categoría de desocupado no sólo se traduce en un número que el INDEC registra; o en un tema de debate en campañas electorales. Sin duda, para el cientista social, el desafío mayor está en poder desentrañar esta encrucijada que implica “el trabajo” , su ausencia y precarización en la sociedad argentina de este fin de siglo.

En mayo de 1995, el INDEC informaba que el porcentaje de desocupados en el país ascendía al 18.6%. Tras la reducción que planteaba el informe del mes de octubre -16.4%- el porcentaje proporcionado por el último informe hizo que el gobierno menemista alejara la esperanza que la desocupación respondiera a un problema coyuntural. La actual cifra del 17.1% si bien registra una disminución en relación al año anterior, en ello debe considerarse una importantísima cantidad de personas que ya no buscan empleo.

A pesar que el propio ministro de Trabajo Caro Figueroa, ha expresado que: «…a nivel mundial la desocupación es un problema que no tiene fácil ni rápida solución…» [10], es interesante recordar ciertas circunstancias locales que influyen en el alto porcentaje de desocupados. Entre ellas es posible considerar: a) la reforma del Estado; b) el abaratamiento del capital; c) los altos impuestos al trabajo , d) las leyes laborales y e) subvaluación del dólar y apertura de las importaciones.

Aunque nadie pone en duda la crisis que significa en la vida cotidiana la situación de desempleo, lo más importante es la precarización. En esta nueva circunstancia, se modifican las condiciones de trabajo. Aquellos aspectos que ya nadie ponía en duda, tales como salario, indemnización, estabilidad, vacaciones. aguinaldo, pasan a depender de la voluntad del capital.

En relación a la precarización, Robert Castel expresa : «Hace que la gente en última instancia vaya siendo preparada para vivir sin empleo» [11]. También el INDEC en su último informe registró en La Plata «…una nueva población de 1.200 cuidacoches que se ocupan de que los autos estacionados no aparezcan rayados o con las gomas pinchadas y además ofrecen el servicio de lavado con tacho y franela» [12].

La implicancia que adquiere el desempleo hacia el interior de la sociedad, conduce a que el enfoque estadístico clásico del fenómeno, se vuelva inadecuado para su comprensión. Para poder entender el comportamiento de la gente frente a la nueva situación laboral, se hace preciso recurrir, como lo expresa Pierre Rosanvallon, a la historia de los individuos.

«Hace tres años tuvimos que vender el taller que abrimos en el ‘74, cuando nos casamos. El cambio fue como el día y la noche. Pasamos de tener un Ford Falcon a un Citroën, a no tener nada.. En mi barrio, Lomas del Mirador, había un taller cada dos cuadras, donde se empleaba a los pibes del barrio. Hoy no hay nada. Hoy esos chicos están buscando trabajo…» [13].

Es precisamente la historia individual quien tiñe los modos de percibir las situaciones de precaridad y vulnerabilidad. Asimismo, a partir de este modo de análisis, es posible conocer las razones del comportamiento de ciertos trabajadores que en una primera impresión evidencian una ruptura de las solidaridades. La situación planteada por la azafata Alicia Castro, del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) en el panel organizado por la carrera Relaciones del Trabajo de la Universidad de Buenos Aires en el mes de julio del corriente año, brinda aspectos que posibilitan comprender los nuevos modos de comportarse de los trabajadores de su gremio. En este sentido, Alicia Castro detalló que:

«…después que una azafata cayó en vuelo de un avión de Interaustral por negligencias de mantenimiento, el gremio de aeronavegantes logró un recurso de amparo para que las nueve azafatas de esa empresa no volaran hasta que se conocieran las causas del accidente. Pero siete de ellas se desafiliaron, temerosas de perder su fuente de trabajo…» [14].

El relato del párrafo anterior pone en evidencia dos circunstancias: por un lado, el papel del trabajo en la vida cotidiana de los argentinos; y, por otro , la solidaridad . Ante un Estado que lentamente fue abandonando sus funciones de solidaridad para con los ciudadanos, no resulta extraño que también en las relaciones microsociales, la solidaridad vaya siendo sustituída por comportamientos más de tipo individualista que no tienen su origen en caprichosas actitudes personales, sino que son el resultado de severos condicionantes socioeconómicos que conducen a priorizar la sobrevivencia individual.

Uniendo las voces

Sin lugar a dudas, existe una coincidencia generalizada que permite ubicar como uno de los grandes temas en esta Argentina de fin de milenio, el que concierne a la desocupación. Más allá de los datos que proporciona el INDEC o alguna consultora privada – los cuales en ciertas ocasiones pueden ayudar a volver optimista la percepción de los protagonistas del gobierno-, el análisis del tema en cuestión no concluye simplemente con el dato estadístico. Por tratarse de un hecho social sumamente complejo, su análisis podría realizarse teniendo en cuenta aspectos económicos, sociales, psicológicos o políticos. En este sentido resulta pertinente pensar cuál es el espacio de representación que tienen quienes se hallan en la categoría de desocupados?, y más específicamente, quiénes los representan?. A pesar de algunos intentos que se han observado en el país tendientes a transformar en una fuerza colectiva organizada a los desocupados, la mayoría de ellos han fracasado. La razón estaría en que no constituyen una clase, o un orden, sino que manifestarían una falla de la sociedad.

Pierre Rosanvallon, refieríendose a las dificultades que conciernen a la representación de los excluidos señala lo siguiente:

» La dificultad de movilizar y representar a los excluidos se explica por el hecho de que en primer lugar se definen por los malogros de su existencia, por lo tanto por su negatividad. Por esta razón , no constituyen una fuerza social a la que podría movilizarse. No son los nuevos proletarios de la sociedad de desocupación. No tienen un interés común propiamente dicho. No forman en absoluto una clase objetiva, en el sentido que da a este término la tradición marxista ( posición en el proceso de producción). Casi por esencia, los excluidos forman, incluso, una «no clase». Constituyen la sombra proyectada de los disfuncionamientos de la sociedad, resultan de un trabajo de descomposición, de desocialización en el sentido fuerte del término. Mientras lo social se constituye positivamente por la agregación de la actividad de los individuos, por la fusión de sus rasgos individuales en unas características promedio, la exclusión resulta de un proceso de desagregación» [15].

Ante las dificultades para conformar una representación adecuada que permita a los excluidos articular sus demandas de manera organizada y continua, pareciese que su presencia sólo puede ser percibida por el resto de la sociedad a través de quejas espasmódicas. Podría pensarse que los excluidos sólo logran atrapar la atención mediática cuando sus dificultades los llevan a manifestar sus crisis a través de acciones de protesta social, tales como cortes de rutas u ocupación de edificios públicos. En estas conductas colectivas puede ser posible observar ciertos aspectos que las caracterizan: surgen como una expresión límite ante la crisis; en muchos casos ante la realidad de no tener nada no asusta el arriesgarlo todo. Esta situación puede conducir a que se bordee peligrosamente los límites de la violencia. Asimismo, pueden ser expresiones inorgánicas, que no permiten identificar un «líder» que la conduzca. Una posible explicación de ello podría hallarse en la desconfianza hacia las organizaciones políticas o sindicales, en las cuales no han hallado su espacio identitario. Esta carencia de una fuerza organizada que la conduzca puede dificultar las instancias de negociación que reclama la solución de la crisis. Por otra parte, la resolución de la protesta puede concluir en propuestas -por parte de las instancias gubernamentales- de tipo asistencialista . En ciertos casos a través de procesos de cooptación de algunos integrantes, concluye con una desarticulación total de una incipiente organización . Finalmente, reducido «el peligro» que plantea la protesta, sin ocupar los espacios mediáticos de los primeros momentos, planteando soluciones coyunturales que no alteren en demasía el modelo socioeconómico establecido por el gobierno, la protesta sólo queda en la retina y en los oídos de algunos memoriosos.

A modo de ejemplo podría recordarse la situación que en mes de junio del presente año tuvo por protagonistas a los habitantes de Cutral-Có y Plaza Huincul. Así lo registraba la crónica periodística de entonces:

«En Neuquén y también en Buenos Aires dicen que nosotros somos indios; bueno, que vayan sabiendo que los indios estamos muy enojados» [16].

Ambas ciudades que en conjunto suman alrededor de 50.000 habitantes, tenían por entonces cerca de 8000 desocupados, la mayoría como consecuencia de la privatización de YPF. Esa situación que había sido aceptada con resignación por los habitantes de aquellas ciudades, hizo eclosión ante la decisión del gobernador Sapag de postergar la instalación de una planta dedicada a la producción de fertilizantes, la cual crearía más de dos mil fuentes de trabajo. La protesta se tradujo en el corte de la ruta nacional 22 y la provincial 17, cortando de tal manera la comunicación terrestre entre Zapala, Challaco, Arroyito, Neuquén, y obstaculizando el tránsito hacia Cipolleti y general Roca. La toma de las rutas se asomaba como una última alternativa ante la crítica situación socioeconómica de los habitantes de esas ciudades neuquinas:

» Si ésto sigue así, éste se va a convertir en un pueblo fantasma», afirma Berta (52) habitante de Cutral- Co. Su esposo es otro de los cesanteados de YPF pero ahora sobrevive gracias a un microemprendimiento: mantiene, junto a otras diez personas, la toma de agua que alimenta a la ciudad. «Acá quedaron cuatro mil personas sin trabajo cuando se cerró YPF, y la última esperanza que teníamos era la planta de Ferti Neu ( la fábrica de fertilizantes por la que pelea el pueblo). Los jóvenes no tienen posibilidades, se quieren ir», dice Berta, que tiene una hija de quince años. «Hemos llorado todo el día -confiesa-. Hubiera querido ir con todo el pueblo pero estoy enferma. Lo único que he podido hacer es rezar» [17].

Frente a sectores políticos y gremiales desacreditados y percibidos como profundamente alejados de los problemas socioeconómicos por los que atraviesan amplios sectores del país, ante las expresiones de conductas colectivas no siempre es posible observar líderes que conduzcan la protesta. En la protesta de los habitantes de Cutral-Co y Plaza Huincul, el no contar con una figura en particular que representase a los habitantes, otorgó un matiz muy especial a la hora en que se intentó una solución judicial:

«En el momento en que yo iba a hablar con ellos, con los manifestantes, por las informaciones creíamos que eso era una manifestación de un determinado grupo. Entonces dije: bueno, va a haber algún representante, algún concejal, alguien…pero no había nadie, había pueblo, había miles de cabezas, eso era lo que había». Con esas palabras, la jueza Margarita Gudiño de Arguëlles explicó por qué el martes declaró a los gritos ante la multitud que se declaraba incompetente [18].

A diferencia de los paradigmas de la «vieja política», en la cual los actores sociales dominantes eran los partidos políticos o los grupos de intereses institucionalizados, las nuevas maneras de expresar las conductas colectivas, muestran la presencia de otros no comprendidos en aquellos del viejo paradigma. Sin embargo estas expresiones ciudadanas no logran conformar una expresión alternativa a las estructuras de los actores colectivos tradicionales, ya que en general surgen ante situaciones de crisis sociales y, para las cuales no han obtenido respuestas por parte de las estructuras formales. Frente a esta situación de insatisfacción, se comienzan a conformar grupos inorgánicos, sin liderazgos visibles, donde el elemento común es la desesperanza. Asimismo, otra característica es la duración de la protesta. Frente a las urgentes demandas que plantean estas «explosiones sociales», el poder político formal debe avenirse a una negociación, donde si bien los problemas esenciales no son resueltos, se pueden llegar a acuerdos que posibiliten sobrevivir ante la crisis; ésto, siempre y cuando no se llegue, por parte del poder político formal, a cooptar a aquellos potenciales líderes que habían participado en la protesta .

Para evitar el final…

Como decía Gabriel García Márquez, vivimos «una realidad alucinante y alucinada». Tal vez en estas tierras donde coexisten tantos Macondos como miradas se realicen, ni el propio realismo mágico bastaría para describir la realidad argentina.

No es suficiente declamar que la situación argentina se corresponde con una realidad mundial, donde las noticias de casi todos los países del mundo muestran situaciones de corrupción, déficit fiscales, desempleo. Y no es lo mismo, ya que sólo en la fantasía de los sectores comprometidos, tanto políticos como económicos – por cuestiones de conveniencia- puede ser posible considerar en un plano de igualdad a los países del tercer mundo, entre los cuales se hallan los latinoamericanos, con aquellos que conforman por ejemplo, el Grupo de los Siete.

Las asimetrías que demandan las relaciones de dominación requieren como imprescindibles para ser tal, los dos actores: el que domina y el que es dominado. Esta situación que puede interpretarse como una ingenua verdad de perogrullo, pareciese que trata de ser sistemáticamente ocultada por los gobiernos y los sectores económicos comprometidos con el modelo. Modelo éste que cada vez más, va aumentando el número de excluidos a quienes sólo les estaría permitido discurrir su tiempo entre la banalidad de aquellas imágenes mediáticas, donde a partir de la excusa del rating, lo grosero se muestra como transgresión, al tiempo que se estimula un cierto voyeurismo social que rompe las fronteras entre el espacio de lo público y lo privado pretendiendo con ello tal vez, evidenciar una situación «virtual» de similitud a nivel humano entre el personaje de la historia y el espectador.

Todo vale, parece ser la consigna asumida en estos tiempos. Ya no en el plano metafórico sino en la realidad, pocos tienen para pagar lo que cuesta lo que unos pocos deciden cuánto vale. Para el gran resto que no importa al modelo, queda la fantasía y la violenta competencia para sobrevivir.

Sumisión total o rebelión del coro?. Para ello, indudablemente es prioritario desentrañar las matrices de pensamiento hegemónicas en este cuasi fin de siglo y animarse a entender que la democracia no puede existir aherrojada por el miedo ni tutelada por pequeños sectores comprometidos, en realidad, con su destrucción.

Sin lugar a dudas que no son sólo las palabras o un individuo aislado quien transformará mágicamente esta «alucinada realidad». Se precisan sólidos partidos políticos que superen el clientelismo y los conflictos internos y compartan sus voces con los movimientos sociales que representan la problemática de diversos sectores de la sociedad.

Un espacio esencial corresponde al conocimiento. No para procurar un barniz meritocrático sino con un auténtico compromiso social. Aquel sentido orwellano de la democracia que requiere distraer y mantener en la ignorancia a los ciudadanos para que no causen problemas a los gobiernos, está remarcando la prioridad que debe concedérsele al conocimiento, pues como decía Nazim Hikmet:

«No es chacota la vida.

La tomarás en serio,

como lo hace la ardilla, por ejemplo,

sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá.

Tu más serio quehacer será vivir».

Pero más allá de la apelación literaria, la urgencia que plantea la crisis socioeconómica, quizá requiera focalizar las políticas sociales para atender la situación que padecen amplios sectores del país. Ello indudablemente requiere, una urgente decisión política, pero claro, no en vano el alacrán de aquella vieja historia reconoció que aunque él muriera, seguía siendo un alacrán. Tal vez el desafío esté en hallar el antídoto que permita que el veneno de aquel alacrán sólo conduzca a la destrucción de sí mismo y no mate a quien aceptó solidariamente transportarlo.

Notas

[1] – Polanyi, Karl: «La gran transformación». Ed. Claridad. Bs. As. 1947

[2] – Chomsky, N: «Política y cultura a finales del siglo XX..Ariel.

[3] – Lechner, N: «Por qué la política ya no es lo que fue». Nexos. Dic.1995. México

[4] – Lechner,N: op. cit

[5] – Lechner,N: op.cit

[6] – Castro,G: «Desencanto y vida cotidiana». Mimeo.1995.

[7] – Pasquini Durán,J: «Ilusiones argentinas». Ed. Planeta.Argentina.1995

[8] – La ciudad Futura: «El modelo argentino»(Editorial).N.32.Abril ’92

[9] – Lechner,N: «El Estado desorientado entre la economía y la sociedad».Mimeo. México.1995

[10] – Diario Clarín. 7 de julio de 1996

[11] – Diario Página 12.14 de julio de 1996

[12] – Diario Clarín. 7 de julio de 1996

[13] – Diario Página 12. 21 de julio de 1996.

[14] – Diario Página 12. 21 de julio de 1996.

[15] – Rosanvallon, P: «La nueva cuestión social». Manantial. Bs. As. 1995

[16] – Diario Página 12. 23 de junio de 1996

[17] – Diario Página 12. 26 de junio de 1996.

[18] – Diario Página 12. 27 de junio de 1996.

Los caminos de la precarización.

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