RESUMEN

El proceso de democratización política de la educación, que se inicia a fines del siglo pasado, en cuanto a distribución y apropiación de conocimientos significativos para los sectores populares, estuvo signado por continuidades y rupturas, según las relaciones de poder de los distintos sectores sociales. Aunque las presiones por mayores niveles de escolarización protagonizado por las clases medias llevó a la expansión del nivel medio y superior en los años ’60, pero este proceso conflictivo y contradictorio no estuvo exento de la devaluación de las credenciales educativas alcanzadas por los mismos, y de su correlación con la estratificación social.

Esto mostró, además, que la educación no es la causa de las desigualdades sociales, sino que sirve para legitimarlas. Desigualdades, por otro lado, que se agravan y profundizan con la puesta en práctica de las políticas neoliberales y el ajuste estructural, que revaloriza al mercado como el único ámbito verdaderamente democrático. Así, al igual que en el mercado, existe una mano invisible que distribuye conocimientos equitativamente, ocultando su naturaleza profundamente antidemocrática y conservadora.

FRON POLITICAL DEMOCRATISATION TO MARKET DEMOCRATISATION: a new turn for public education?

ABSTRACT

By the end of the last century, a process of political democratisation of education started, concerning the distribution and acquisition of knowledge meaningful to the lower classes. This process had continuities and break downs according to the power relations of the different social classes. Middle and superior education spread in the 60s as a consequence of the pressures of the middle class to acquire higher schooling levels. However, these achievements were accompanied by the devaluation of educational degrees, closely related to social stratification.

This proved that education is not the cause of social differences, but what legitimises them. Such differences are aggravated and deepened by the structural adjustment and the implementation of new liberal policies. As a result, the market -hiding its anti-democratic and conservative nature, appears as the only democratic sphere that equitably distributes knowledge.

INTRODUCCION

El papel político que cumple la educación, en cada período histórico, sirve para legitimar la distribución del poder en la sociedad. Por ello la democratización de la educación desde el surgimiento del sistema público de enseñanza ha representado una meta ideológico-política que ha ido adquiriendo distintas formas, según los cambios estructurales, en los sistemas socio-políticos.

El proceso de democratización de la educación, que se inicia a fines del siglo pasado con la creación de la escuela pública y el acceso de los sectores populares a la escolaridad básica obligatoria, ha estado condicionado por las contradicciones del contexto socio-histórico-político en que los sistemas educativos se han desarrollado.

En este juego conflictivo y contradictorio por más educación, las clases subalternas han obtenido conquistas y derrotas. La derrota actual, que se materializa en la imposición del modelo neoconservador, es quizás la de mayor envergadura.

Un análisis histórico político nos permitirá comprender las distintas connotaciones que han teñido el significado de la democratización educacional, incluida la concepción misma de la naturaleza humana. Por supuesto que la primacía de una u otra interpretación en el proceso histórico de construcción de la escuela pública no es ajena a las concepciones económico-políticas de los sectores dominantes y a las relaciones de poder que se establecen en la lucha por el espacio educativo o por la apropiación del conocimiento.

Así, en cada período histórico el papel político que cumple la educación sirve para legitimar la distribución del poder en la sociedad y adquiere formas distintas.

I

A fines del siglo pasado con la conformación del sistema público de enseñanza, bajo la responsabilidad del Estado, la democratización de la educación estaba representada por la alfabetización de los sectores populares a través de la instrucción primaria, para el logro de la igualdad de oportunidades a través de la universalidad de la educación.

Pero en realidad este proceso intencional del Estado de difusión de la enseñanza, ocultaba el verdadero objetivo que era la conformación del Estado-Nación y la necesidad de lograr la integración y homogeneización de la población en los valores de orden y progreso que el modelo de desarrollo necesitaba. Así el control de la ideologización y la movilización se realizó a partir del analfabetismo. Tampoco se hizo efectivo el principio de igualdad de oportunidades y de universalidad de la educación, ya que las iniciativas estatales fueron acaparadas por los grupos sociales altos y medios con fines de clases, robusteciendo la relación entre educación y posición de clase o privilegio. (Rama-1984).

Por ello el papel político que cumplió la democratización de la educación en esta etapa, estuvo ligado a la difusión de la enseñanza primaria para el logro de la estabilidad política, y por ende de las relaciones de poder existentes a través de la internalización de una identidad colectiva.

II

La democratización de la educación entendida como masificación de la educación primaria se produce con los regímenes populistas, de mediados de siglo, a partir de las necesidades que planteó el modelo económico de sustitución de importaciones y la primera gran urbanización que este produjo.

Desde fines de los ‘50 hasta los ‘70 la democratización de la educación estuvo unida al desarrollismo y por ende a la formación de recursos humanos para el logro del desarrollo económico. Se propicia entonces, la expansión y diversificación de los niveles medio y superior. En esta expansión del sistema educativo pareciera que actuaron en forma concurrente, las presiones y las demandas por mayor escolarización y las políticas educacionales de los gobiernos, de manera que permitieron absorber importantes sectores de la población en todos los niveles educacionales.

Así, si a fines de siglo el discurso democratizador estuvo unido a la universalidad, gratuidad y obligatoriedad, en este período lo estuvo al desarrollo económico, a la movilidad social y al mejoramiento laboral/profesional.

La concepción tecnocrática-economicista que impregnó esta época planteaba el avance y desarrollo económico a partir del desarrollo educativo, es decir era necesario contar con recursos humanos capacitados técnica y científicamente. La educación, además, contribuiría a igualar las diferencias que provenían de la sociedad y produciría progreso y crecimiento.

Pero la democratización de la educación basada en la expansión del sistema educativo produjo efectos contradictorios, conflictivos y complejos. Entre ellos:

  • altas tasas de crecimiento, fundamentalmente en los niveles medio y superior, mientras permanecía el analfabetismo y la escolaridad incompleta de amplios sectores de la población.
  • la expansión educativa no respondió a los requerimientos del sistema económico sino a la presión de las clases medias para el logro de la movilidad social, lo que produjo el fenómeno de la sobreeducación y el subempleo.
  • Otro fenómeno que se produjo es el conocido como “fuga hacia adelante” que actuó desde dos perspectivas. Desde el sistema educativo, donde cada grupo social que accede a un nivel educativo anula el privilegio de éste, produciendo un movimiento ascendente que sólo asegura el mantenimiento de la posición relativa original y no el mejoramiento real de la misma. Y desde el sistema productivo se provoca la devaluación de las credenciales educativas, que debido a la sobre oferta de mano de obra calificada, cada vez exige mayores niveles de escolaridad para un mismo trabajo.

Es decir, que el proceso de selección-exclusión se traslada del ámbito educativo al laboral u ocupacional.

De esto se deriva que cuando la expansión del sector educativo es mayor a la permitida por el sistema de clases y de poder de una sociedad, surgen mecanismos de contención, uno que actúa a través del mercado de empleo que pasa a asumir funciones de clasificación y jerarquización en relación a los puestos de trabajo; y el otro que actúa a través del sistema educativo, él que se segmenta de acuerdo con criterios de clase social, de conocimiento y de calidad académica diferenciada. (Rama-1984).

Es decir, se satisfacen los requerimientos de expansión en virtud de las diferentes posibilidades de cada sector social para manifestar sus intereses y, por otro lado, no se acompaña la expansión cuantitativa con modificaciones cualitativas que garanticen la efectividad de la expansión.

En este sentido la expansión del sistema educativo, la devaluación y la estratificación interna del sistema parecen conformar un bloque único de problemas.

Esto mostró que la expansión del sistema educativo sin una verdadera modificación de la estructura productiva y ocupacional produjo una alta correlación entre el origen social de los estudiantes, la función meritocrática de la educación y la estratificación de la sociedad.

La masificación de la educación actuó, entonces, como mecanismo de control de tensiones sociales.

III

Con el surgimiento de las teorías crítico-reproductivistas, a partir de los ‘70, se desocultaron estos mecanismos de legitimación del orden vigente que operan a través del sistema educativo formal reproduciendo las desigualdades sociales, por lo cual se produce un proceso de auge de la educación no-formal. Se asocia, entonces la democratización de la educación con aquella ligada a la educación popular liberadora y transformadora del orden social, y practicada fuera de los ámbitos escolares y dentro del marco de un proyecto social y colectivo.

La dinámica, intensidad y nivel de los conflictos sociales, así como su resolución -y el destino de la educación popular- tomaron diferentes formas en las distintas sociedades latinoamericanas. (Torres,1993).

Algunos movimientos de educación popular fracasaron o adoptaron una posición reformista, mientras que otros contribuyeron a las luchas revolucionarias.

El tiempo demostró que los objetivos planteados por la educación no formal no se cumplieron, y que en muchos casos estas propuestas terminaron siendo funcionales al sistema, cumpliendo una función de perpetuación del orden social ya que los sectores que tuvieron acceso a ella lo hicieron a formas empobrecidas de educación. Estas formas inferiores de educación llevaron a ocupaciones, también, inferiores y peor remuneradas. Además, los empleadores se siguieron guiando por las credenciales educativas que otorga el sistema formal de enseñanza.

Esta postura planteó una posición tan idealista como la que revaloriza la educación formal, poniendo a la escuela en el centro de la conflictiva social, suponiendo que a través de la educación formal o no formal se lograrían los objetivos de democracia e igualitarismo, como si la escuela fuera la causa de las desigualdades sociales.

Posteriormente surge otra perspectiva de análisis e intereses sociales muy diferentes con relación a la enseñanza no formal. Basada en la crisis de la educación formal dada su rigidez, burocratismo y fundamentalmente por el no-cumplimiento de las metas propuestas a pesar de los esfuerzos realizados por el Estado y la imposibilidad del mismo de seguir financiando sus costos, surge una opción definida a partir del uso de nuevas modalidades como son los sistemas de educación abierta o a distancia, el uso de la tecnología y de los medios de comunicación masiva.

Un análisis más profundo de la educación popular como alternativa no formal mostró los riesgos de crear un sistema dual en el cual esta alternativa- más barata, devaluada y con bajo nivel de acreditación- se convirtiera en la única posibilidad para los sectores populares. Esto materializaría en forma más nítida aún la selección social operada desde las formas de distribución social del conocimiento. Por ello el Estado aparece como la única institución que puede asumir la responsabilidad de garantizar aprendizajes que exigen una acción sistemática y técnicamente compleja.

Esto sirvió para mostrar que ninguna educación formal o no-formal puede tener efectos democratizadores o igualadores mientras no se modifique la estructura de poder vigente.

Lo cierto es que estas experiencias se vieron interrumpidas debido a las intervenciones violentas del Estado a través de los golpes militares. Es decir, que estos procesos de educación popular y democratización de la educación en nuestro país, quedaron interrumpidos a partir del Golpe de Estado del ‘76, incluso durante el último período del gobierno justicialista.

IV

Con la llegada del gobierno constitucional, el eje de la democratización de la educación pasó por propiciar la participación, a nivel masivo, con la convocatoria del Congreso Pedagógico Nacional, por un lado; e impulsando la misma en las unidades escolares a través de la recreación de los centros de estudiantes y la convocatoria a la comunidad educativa, por el otro.

La ilusión era democratizar la sociedad civil desde el Estado, siendo éste el que se ocuparía de promover los oportunos cambios en la estructura de aquella. En suma, se pretendía democratizar la educación “de arriba hacia abajo”. (Gentili,1994)

Este proceso de difícil construcción y concreción, por la larga historia de herencia autoritaria en nuestro país y de clausura del debate pedagógico se vio detenido por una serie de condiciones socio-económicas generadas por el ajuste estructural, que comienzan a perfilarse en el último período de gobierno de Alfonsín y se consolidan a partir del año 1989 con Menem en el gobierno. Además, la sociedad civil en un escenario de profunda derrota fue abandonando cada vez más estas demandas.

V

En la década del ‘90 la impronta neoliberal traslada el eje de la democratización de la política al mercado. La democracia política es aceptada sólo como método político para el cambio pacífico de los gobernantes. Para ellos el mercado es en sí mismo un ámbito democrático. Sus procedimientos objetivos se regulan por los deseos, preferencias y decisiones libres de los sujetos. Su impersonalidad asegura la ausencia de discriminaciones. Esta objetividad social que trasciende y condiciona a los hombres, operando en una sociedad de hombres desiguales, premia o castiga distribuyendo equitativamente a cada cual lo que le corresponde.

Los neoliberales aceptan la desigualdad y la consideran necesaria para el funcionamiento social, ello permite la competitividad y la eficiencia. Una sociedad libre no podrá ser igualitaria sino una que se haya librado de un poder opresor. Este poder opresor lo constituye el Estado, de ahí la desresponsabilización de éste en materia social o educativa.

La reducción de la libertad a libertad de mercado, privatiza el conflicto, lo saca de lo público colectivo y lo instala en lo individual. La democratización se da a partir del avance del espacio privado sobre el público.

Desde esta perspectiva, al igual que en el mercado, existe en la educación una mano invisible que distribuye conocimientos equitativamente. Por lo cual habrá que formar, no al ciudadano como poseedor de derechos sociales, sino al consumidor como apropiador individual de las mercancías culturales.

Estas ideologías contribuyen a la legitimación de un doble proceso de acumulación y distribución, el mercado se encargará de que algunos acumulen conocimiento elaborado a la vez que para otros distribuye ignorancia, por supuesto todo esto avalado por el desempeño individual.

Este discurso legitimador de las desigualdades sociales como “naturales” no acepta la democracia política por ser tendencialmente igualitaria. Así el mercado es el garante de la libertad y el progreso, lo que significa la despolitización de la sociedad y la desaparición de la política como ámbito de decisiones colectivas.

A este discurso ideológico-político que intenta naturalizar la realidad socio-histórica, cambiante, contradictoria y conflictiva, y que ha penetrado capilarmente a más de un intelectual vernáculo, es necesario oponerle la lucha por la escuela pública que es una conquista histórica y que los pueblos no deben perder. Que la escuela sigue siendo un espacio de lucha y de poder lo demuestra la re-centralización neoconservadora actual que explica por qué el poder político es tan celoso en el dominio de los aspectos cualitativos, en la formulación de fines y objetivos, en la selección de contenidos, en la formación de docentes, etc.

En realidad este discurso ideologizante que propicia el fundamentalismo del mercado oculta su verdadera naturaleza profundamente antidemocrática y conservadora. Reaparece, entonces, la vieja “utopía del mercado”, cuyo carácter “utópico” o mejor dicho perverso ha sido demostrado a lo largo de dos siglos.

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[i] · Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de Investigación “Las nuevas formas de relación entre Sociedad, Estado y Educación en la provincia de San Luis. El caso de las escuelas de libre elección”. Aprobado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNSL.

 

* Lic. Olga Pelayes: Prof. Responsable de Educación Comparada y de Política Educacional y Legislación Escolar del Prof. y Lic. En Ciencias de la Educación. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de San Luis.

 

** Master Susana Oviedo: Jefe de Trabajos Prácticos de Curriculum, Didáctica General y Educación de Adultos del Prof. y Lic. en Ciencias de la Educación y del Prof. en Psicología. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de San Luis.

Lic. Olga Pelayes

Master Susana Oviedo

DE LA DEMOCRATIZACION POLITICA A LA DEMOCRATIZACION DE MERCADO: ¿Un punto de inflexión para la educación pública?

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